viernes, 5 de marzo de 2010

¿Y AHORA QUÉ?

Reynaldo Mota Molina

Desde que aconteció el nefasto “error de diciembre” de 1994, cuyas consecuencias económicas seguimos y seguiremos pagando usted, yo, nuestros hijos, nuestros nietos y hasta nuestros bisnietos, Carlos Salinas de Gortari se ha dedicado a tratar de lavar su imagen como responsable del colapso financiero que provocó la quiebra de miles de empresas de todos los tamaños e incluso, el suicidio de personas que de la noche a la mañana se encontraron en la nada porque todo lo habían perdido.

Hoy sale nuevamente a la palestra y acusa públicamente al gobierno del también expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León —a quien él mismo sentó en la presidencia de México después del asesinato del candidato Luis Donaldo Colosio— de haber proporcionado información confidencial a mediados de aquel diciembre a un selecto grupo de empresarios mexicanos sobre la inminente devaluación, lo que provocó que éstos sacaran sus capitales y vaciaran las reservas internacionales en unas cuantas horas.

Aseguró también que el gobierno estadunidense le impuso al de Ernesto Zedillo la decisión de elevar las tasas de interés, aun cuando el equipo de la Secretaría de Hacienda se oponía a esa determinación. Las tasas pasaron de 7 a más de 110 por ciento. Fue esa decisión, dijo, la que provocó la quiebra de la banca mexicana, de miles de empresas y de cientos de miles de familias en 1995. Se refirió, incluso, a las memorias recientemente publicadas de Robert Rubin, entonces secretario del Tesoro de Estados Unidos, en las que sostiene que funcionarios de aquel país visitaban en secreto la residencia oficial de Los Pinos para acordar los términos del programa de rescate económico.

A pesar de asegurar que la privatización bancaria estuvo bien hecha, está demostrado que los nuevos banqueros eran amigos inexpertos —en realidad especuladores bursátiles la mayoría de ellos— lo que derivó en el primer rescate de los bancos (Fobaproa), el segundo rescate (Ipab), convertidos en la deuda pública que estamos pagando, en cuya transacción fue relevante la participación de Felipe Calderón cuando era líder de la bancada panista y, finalmente, la extranjerización de la banca, sin que haya fincamiento de responsabilidades ni rendición alguna de cuentas.

Muchas cosas más alegó Salinas en su largo discurso durante el seminario Privatización Bancaria, crisis y rescate del sistema financiero, siempre tratando de hacer quedar bien a su gobierno y omitiendo todo lo negativo que dejó al país el borde del colapso que continuó Zedillo, cuyas sentencias de ambos gobiernos tiene dictaminadas oportunamente el pueblo de México, Vox Populi, Vox Dei.

Sin minimizar un ápice la responsabilidad de Zedillo en esta debacle cabe la pregunta: ¿Qué pretende Carlos Salinas con su manipulación maquiavélica? ¿Por qué hasta ahora reclama que los bancos deben estar en manos nacionales? ¿De dónde le sale el nacionalismo, cuando entregó el campo mexicano al extranjero con el TLC? ¿Le significa beneficio electoral? ¿Quiere atizar el fuego del 2010…?

Por su parte, Zedillo tan campante. A pesar del enorme costo que esta crisis arrojó en términos de pobreza social, optó por abandonar a su suerte a los estratos medios y bajos y, en cambio, emprendió jugosos procesos de rescate en favor de un puñado de empresarios que hoy lo tienen colocado como funcionario de compañías trasnacionales, como Procter & Gamble, Alcoa y Union Pacific, las cuales se vieron ampliamente beneficiadas durante su gobierno y, a partir del próximo abril, será miembro del consejo de administración de la trasnacional financiera estadunidense Citigroup, propietaria de Banamex.

Bien dice Lujambio, titular de la SEP: “tenemos una democracia tonta”…
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