jueves, 24 de noviembre de 2011

PUNTO DE VISTA

Reynaldo Mota Molina

Estimado lector:

Le debo una disculpa y explicación por mi súbita ausencia de este espacio debido al mal tratamiento médico de una infección ocular que si bien era recurrente, no implicaba una situación grave.

En estas condiciones acudí en el mes de enero pasado a un médico oftalmólogo de una prestigiada clínica de Río Verde, S.L.P. para atenderme de dicho problema. Me dio un tratamiento médico con el que, dijo, desaparecería la infección.

Al cabo de un par de meses empecé a notar ciertas alteraciones en la vista por lo que, insatisfecho, recurrí a otro oftalmólogo que me recomendaron unos amigos en la ciudad de Querétaro, a principios de mayo. Me hizo un examen de la vista minucioso y me dijo que tenía una infección crónica en los párpados. Me recetó un tratamiento oftálmico y me citó para el siguiente mes.

En la segunda consulta me indicó que continuara el tratamiento de los párpados por dos meses más y me realizara un análisis de “Campo Visual” por sospecha de glaucoma. Sin embargo, recalcó que mi vista era excelente.

Realicé lo indicado y en agosto regresé con el estudio que resultó negativo, es decir, normal de ambos ojos. Me dijo que la infección había desaparecido; me recetó otras gotas “hasta terminarlas” y me citó en seis meses.

A fines de septiembre, noté alteraciones más agudas en la vista y telefónicamente me recetó nuevas gotas oftálmicas por 7 días. Al cabo de éstos, tuve severas dificultades para ver y ya me resultó prácticamente imposible escribir.

En estas circunstancias, a principios de octubre, acudí a un tercer oftalmólogo en la Ciudad de México, prestigiado cirujano, que en dos consultas me percaté que su intención, según creo sin justificación, era inducirme hacia una posible cirugía. Me indició realizar análisis clínicos de sangre -que afortunadamente salieron normales- y su diagnóstico fue que la córnea de ambos ojos estaba sumamente deteriorada. Dijo que mi problema se debía a que los medicamentos que me habían recetado eran a base de Cortisona y que, seguramente, yo era sensible a esa sustancia.

Prácticamente ciego –me era imposible distinguir nada; sólo veía plastas de personas y cosas absolutamente borrosas e indefinidas. La luz solar o artificial me lastimaba los ojos al grado de provocar dolor interno muy agudo; además estaban muy irritados y lagañosos-, providencialmente el 24 de octubre visité a un viejo amigo doctor homeópata que se sorprendió de las condiciones en que me encontraba. Me examinó detenidamente y su diagnóstico corroboró el anterior: las córneas averiadas en grado extremo además de la persistencia de la infección crónica. Inició un tratamiento integral con medicina homeopática y alópata que en 72 horas empezó a dar los primeros resultados positivos.

He continuado con este tratamiento y en 23 días, al momento de escribir este texto, he recuperado un 70% de mi vista. La intensidad de la luz aún me molesta, pero ya no lastima. Aún no puedo hacer uso de la computadora, mi herramienta principal de trabajo. Mientras tanto, mi hija Liliana me apoya para dar continuidad a los espacios culturales bajo mi responsabilidad. Confío en Dios que en unas semanas más pueda reincorporarme paulatinamente a mis actividades normales.

Agradezco a Dios su misericordia; al doctor homeópata Francisco Javier Ortiz de Anda su profesionalismo, que ha logrado en tres semanas lo que tres oftalmólogos especialista no hicieron en nueve meses; a mis hijas Norma Angélica, Adriana y Liliana sus cuidados y atenciones; a usted amigo lector, sus manifestaciones de extrañeza por la ausencia prolongada de su servidor y a los amigos sus deseos de pronta recuperación.

Hasta pronto.