domingo, 8 de noviembre de 2015

MALA EDUCACIÓN

Reynaldo Mota Molina

Desde la época vasconceliana la educación pública en México fue concebida y diseñada “de medio pelo” para que el pueblo, que se debatía en los estragos de la postrevolución, no tuviera posibilidades de desarrollar el pensamiento y capacidades que pusieran en riesgo los planes políticos de los gobiernos revolucionarios.

Así ha sido desde entonces y hemos visto a través de los años y comprobado ahora, que el sistema educativo de nuestro país está muy lejos de competir con los estándares internacionales en todos los niveles de la educación, desde la preescolar, primaria, secundaria, preparatoria, universitaria, tecnológica y aún la de postgrado, radica en la mediocridad y en la frustración de los estudiantes que en búsqueda del desarrollo profesional, si llegan a terminar sus estudios en cualquier entidad pública, se encuentran en desventaja al pretender un empleo adecuadamente remunerado.

Más aún, el presupuesto para la educación en nuestro país es de los más bajos del mundo, en contraste con los altos ingresos que reciben magistrados, legisladores y partidos políticos, por mencionar sólo estos ejemplos, sin contar los recortes presupuestales que agravan el problema.

El sistema educativo de México está diseñado para producir mano de obra barata para las empresas transnacionales estadounidenses principalmente, españolas, y de otros países europeos. Así vemos que desde la enseñanza secundaria se imparten talleres técnicos a los estudiantes; en la preparatoria se fomentan las actividades técnicas y los egresados reciben un certificado que los acredita como técnicos. Las instituciones tecnológicas hacen lo propio. La proliferación de universidades privadas con currículos tecnológicos está en boga con el mismo objetivo.

El sistema de educación pública no contempla la formación de líderes en ninguno de sus niveles —el gobierno mexicano es enemigo de que la gente piense—, no fomenta la creatividad empresarial, por el contrario, sólo forma empleados de servicios, y crea instituciones de enseñanza técnica.

Así, los egresados sólo aspiran a empleos menores, y quienes reciben un título profesional no tienen el perfil correspondiente a los requerimientos de las empresas y terminan aceptando menos.


Las reformas constituciones aprobadas el año pasado —muchas sobre las rodillas, es decir, rapidito porque así convenía a los intereses del gobierno— van acordes a este esquema, por ejemplo, los contratos temporales que no generan prestaciones sociales ni crean derechos laborales; todo a favor del patrón.

 El servilismo de los gobiernos mexicanos a los intereses extranjeros ha sido manifiesto desde Porfirio Díaz, para no irnos más lejos, que en un afán mal planeado del desarrollo del país, permitió la explotación del petróleo y las minas, sin reservas, a Estados Unidos, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, etcétera, hasta que Lázaro Cárdenas puso un hasta aquí a las empresas petroleras, pero las mineras siguen saqueando oro, plata y demás minerales con métodos inhumanos, ante la absoluta complacencia de los gobiernos en turno. México es el único país del mundo cuyas minas siguen explotándose a cielo abierto y sin protección segura para los trabajadores.

Cierto es que hay muchos mexicanos sobresalientes en los campos de la administración, la ciencia y la tecnología, algunos de los cuales emigran al extranjero para desarrollarse, pero en realidad son muy pocos en proporción de los 115 millones de habitantes del país, resultado indudable de la mala educación en México. 

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