miércoles, 7 de octubre de 2015

DE TLATELOLCO A IGUALA

Reynaldo Mota Molina

47 años de la matanza de Tlatelolco a manos del Estado mexicano; 47 años de los abyectos e impunes crímenes de estudiantes universitarios reunidos en una manifestación pacífica en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco de la Ciudad de México, cuyo movimiento estudiantil logró aglutinar otros reclamos de los sectores obrero, campesino y médico del sector público, sin que hasta el día de hoy se haya aplicado justicia a los responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos el 2 de octubre de 1968, empezando por el expresidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación en ese entonces, bajo la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz.

Han transcurrido 47 años de la matanza cuyo número exacto de estudiantes y demás ciudadanos muertos por la llamada Brigada Blanca –integrada por policías, judiciales y militares– y el Ejército, se desconoce –la cifra más probable es de 325; el gobierno reconoció sólo 26–, mientras el deterioro de las instituciones de gobierno y de justicia alcanza estándares que alarman a todo el país y al mundo entero debido a la corrupción y a la impunidad de que son presas.


Durante este tiempo han ocurrido innumerables actos represivos por parte de las autoridades civiles y militares exacerbados por su colusión con el crimen organizado que adquieren grados de crueldad inhumana inenarrables, baste mencionar Atenco, San Fernando, Tlatlaya, Tanhuato-Ecuandureo y, por supuesto, la desaparición forzada de 43 estudiantes –otra vez estudiantes– normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, y cuando menos 9 personas fallecidas, hace un año, a manos de policías municipales y federales con el conocimiento o participación del Ejército en medio de la más absoluta impunidad, encubiertos por las instituciones de gobierno y de justicia.

Tal vez por incapacidad o por tratar de obtener algo de credibilidad y liberar un poco la presión mundial por la aclaración de la desaparición y paradero de los estudiantes, el gobierno federal solicitó la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para la investigación de este asunto, que el exprocurador de justicia Jesús Murillo Karam, dio por concluido al declarar su “verdad histórica” sin fundamento.

El trabajo exhaustivo de los investigadores profesionales de la CIDH no sólo ha evidenciado la falsedad de la verdad histórica sino que ha demostrado la existencia de un quinto autobús, por lo menos acondicionado para el trasiego de droga, que sin saberlo los estudiantes, tomaron para unirse al contingente que acudiría a la Ciudad de México a conmemorar el aniversario de la matanza de Tlatelolco, motivo de este maremágnum que nos lleva a pensar: si los estudiantes no hubiesen topado con dicho autobús, otra sería la historia.

Ahondar en esto no le conviene al gobierno federal que ha encubierto toda esta trama por razones inconfesables y ahora trata ridículamente de desvirtuar la investigación de la CIDH pero, afortunadamente, los investigadores tienen los elementos fundamentados y testimonios irrefutables que han dado a conocer.


Todo esto demuestra que a 47 años de distancia de la matanza de Tlatelolco, estamos ahora peor que entonces: mayor corrupción, dicho y reconocido por el propio presidente Enrique Peña Nieto envuelta en su cultura, así como falta de credibilidad en todas las instituciones; mayor impunidad, mayor injusticia, mayor inseguridad, mayor número de desapariciones forzadas, mayor grado de tortura; mayor pobreza, mayor desigualdad socio-económica, mayor desprestigio internacional, mayor predominio extranjero, mayor saqueo de los bienes nacionales… y todavía faltan tres años.






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