domingo, 12 de septiembre de 2010

¿SOMOS VERDADERAMENTE LIBRES?

Reynaldo Mota Molina

¿Somos verdaderamente libres? ¿De veras nos hemos desprendido del yugo extranjero? ¿En verdad somos un país soberano, es decir, que posee y ejerce la autoridad suprema e independiente de su destino? ¿No? Entonces, ¿por qué tanta faramalla y dispendio de los recursos públicos para una “celebración” desabrida, mediática y forzada con la que el gobierno de Felipe Calderón pretende darnos más atole con el dedo con el pretexto del bicentenario de la Independencia de México?

Para los próceres de aquella epopeya —cada día más demeritados y exhibidos por consigna oficial— y para todos cuantos ofrendaron su vida creyendo en forma genuina en un ideal libertario resulta, la situación que hoy vive el país, una verdadera afrenta y motivo inútil de su ofrenda. Los políticos, desde entonces, se han encargado de mancillar lo que de noble pudo tener la lucha intestina independentista bajo el lema “mueran los gachupines”.

Con el centenario de la Revolución sucede lo mismo. La injusticia social ¿se ha reivindicado? ¿La desigualdad económica tiene mejor equilibrio que hace cien años? ¿El “supremo gobierno” es ahora democrático verdaderamente? “La bola” campesina que se convirtió en ideal de justicia social con la Revolución mexicana bajo la esperanza de “tierra y libertad” fue nuevamente una feroz lucha fratricida de la que los políticos, una vez más, sacaron todo el provecho para perpetuarse en el poder y mantener sometido, de mil maneras, al pueblo mexicano; por eso las políticas fracasadas intencionalmente sobre educación, economía, desarrollo social, cultura, ciencia, investigación, inversión directa, patrimonio nacional, etcétera, etcétera.

Y todavía quieren que “celebremos” esta situación bajo “pecado de omisión”, dice el Episcopado Mexicano. Muchos mexicanos se unirán a la pantomima festiva no tanto por el tal pecado, sino porque su naturaleza es alegre y dispuesta a aprovechar la ocasión de tener un escape de las tribulaciones diarias, mientras se puede…

No podemos dejar de expresar:
Cómo me dueles amada Patria mía,
Cuánto me indigna y lacera tu quebranto;
Te han ultrajado y humillado tanto
¡Que grito mi rencor en rebeldía!
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