Reynaldo Mota Molina
A un mes de iniciadas las campañas de los candidatos presidenciales, Josefina Vázquez Mota del PAN dice que está lista para alcanzar y rebasar a Peña Nieto… ¿Pues qué no debió ser así desde el principio? En cambio, todo este tiempo su campaña ha consistido en tratar de demostrar que Enrique Peña no cumple lo que promete, lo que no le ha redituado mayor ventaja. Tiempo y dinero perdidos. Al cabo el dinero no es suyo.
A falta de propuestas y de planes concretos —no del trillado e insubstancial discurso de los spots— expuestos, fundamentados, debatidos y defendidos, que aportaran algo a la sociedad mexicana para ver un poco mejor el perfil real de la mujer que quiere ser presidenta de México, su posición no avanza a pesar de la macolla de operadores calderonistas que manejan su guerra sucia.
Pero es lo de menos. Josefina sólo podría vencer mediante un “milagroso” y colosal fraude electoral como sucedió en 2006. Todo es cuestión de tener un acuerdo…
Enrique Peña Nieto del PRI ni se despeina para no desmejorar su imagen televisiva que con tanto esmero cuidan Televisa y el Ife. ¿Para qué acudir al debate serio de ideas y de propuestas, si ni las tiene ni las necesita? El “debate” organizado por el Ife para cumplir el requisito, fue impuesto a su favor. ¿Para qué exponerse a la exhibición de su incapacidad, si ya quedó demostrada con la gubernatura del Estado de México?
Además, ni siquiera depende de él, sino de quien con su careta maneja los hilos del PAN y del PRI desde 1988 y aún desde antes. Carlos Salinas de Gortari es el gran operador político de Peña Nieto, según Manuel Bartlett Díaz que algo sabe del asunto. Fue secretario de Gobernación con Miguel De la Madrid Hurtado†, responsable de la famosa “caída del sistema” de dicho año, como presidente de la entonces Comisión Federal Electoral, de donde Salinas resultó presidente de la República; secretario de Educación Pública con el propio Salinas de Gortari; gobernador del estado de Puebla; senador de la República por el PRI, de donde empezó a distanciarse del partido sin dejar de pertenecer a él; actualmente candidato al Senado de la República por la coalición PRD-PT-Movimiento Ciudadano.
Salinas, el influyente tejedor de milagros, alianzas y contubernios con todo cuanto signifique poder y dinero, apuntala a Peña Nieto con el tríade de pilares de su funesta administración que dejó al país en ruinas, pero que funcionan como cerebro del candidato priista.
Luis Videgaray, coordinador general de la campaña peñista, es alumno y socio de Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda en el gobierno de Salinas y operador de la política de privatizaciones con los resultados que todos conocemos. En su libro —que no es suyo pero que suscribe— Peña Nieto se refiere a la urgencia de aprobar la reforma energética, que es la misma tesis de Pedro Aspe, además de otras “coincidencias” textuales.
El tenebroso José Córdoba Montoya también está de regreso. Durante el sexenio de Salinas fue jefe de la Oficina de la Presidencia y el estratega de la política de apertura económica y comercial cuyos resultados estamos viviendo ahora. Tal vez el mejor ejemplo es el campo mexicano.
Aspe y Córdoba son los promotores de Peña en el empresariado nacional. Definen sus principales propuestas de gobierno y el carácter ideológico del candidato a través de “compromisos cumplidos” y “gobierno eficaz”.
Santiago Levy Algazi, director del IMSS con Vicente Fox y subsecretario de Hacienda con Ernesto Zedillo, pertenece al grupo de tecnócratas priistas que sumieron a México en el mundo neoliberal, le ha vendido la idea a Enrique Peña Nieto de crear el Sistema de Seguridad Universal, así como el IVA generalizado en medicamentos y medicinas, que en su momento hará públicas.
Como muchos se han dado cuenta, el PAN y el PRI son manejados por las mismas manos en la cúpula del poder. Para ella da lo mismo a quién sienta en la silla; siempre estará usufructuando el poder político y económico que domina al país.
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