Reynaldo Mota Molina
Cada día los ya candidatos oficiales de los distintos partidos nos aportan a los ciudadanos que emitiremos nuestro voto por convicción o por interés, elementos precisamente para NO votar por ellos el próximo mes de julio.
Josefina Vázquez Mota se mostró incapaz de organizar siquiera algo tan elemental como su acto de toma de protesta como candidata del PAN. Por supuesto que no ella personalmente, pero algún tipo de supervisión en los niveles de mando debió existir para que el evento resultara digno tanto para ella misma como para los miles de acarreados que en determinado momento medio llenaron el “Estadio Azul” pero que abandonaron ante la desesperación de la espera de dos, tres o hasta cinco horas en que apareció acartonada —¿o acaso fue efecto del “fuego amigo?— y el acto resultó trivial y desangelado, aunque en los medios declaraba lo contrario a pesar de las evidencias. Si algo tan sencillo se le escapó de las manos, ¿podrá con el gobierno de un país en llamas?
Lo que queda claro es el menosprecio a la gente común por muy adherente que sea, tratada como masa solamente para hacer bola, al mismísimo estilo priista, que cree que todos tienen obligación de ser vasallos inclinados frente al ente “divinizado” por una varita mágica. Eso ya sólo existe en los cuentos antiguos de hadas.
El PRI hace algunas semanas repartió tortas descompuestas entre la gente que asistió a un mitin. En consecuencia muchas personas tuvieron que ser hospitalizadas para el tratamiento de desintoxicación… Esto corrobora lo anterior.
En la época de veda se programaron las tomas de protesta de los candidatos —otro contrasentido del IFE— y Enrique Peña Nieto del PRI-PVEM, y Andrés Manuel López Obrador de PRD-PT-Movimiento Ciudadano, cumplieron con el requisito sin pena ni gloria; uno en Dolores Hidalgo, Guanajuato, en un evento cerrado para no correr riesgos y el otro en el teatro Metropólitan de la ciudad de México, ese sí, lleno hasta el tope.
Sin embargo, hay algo destacable en la estrategia de López Obrador: Señala como secretario de Educación Pública a Juan Ramón de la Fuente, exrector de la UNAM, en caso de resultar electo en los próximos comicios federales y éste acepta la postulación.
Sería muy sano que los tres candidatos presentaran a la ciudadanía, al arranque de las campañas electorales, las planillas completas de su gabinete para conocer desde ese momento con quiénes gobernarían al país en cada Secretaría de Estado; de esa forma el elector tendría elementos definitorios para orientar su voto.
Sería un ejercicio valioso para intentar democratizar los comicios de julio.
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