martes, 28 de febrero de 2012

¿…?

Reynaldo Mota Molina

¿Qué calificativo merece el desperdicio de dinero público —suyo y mío— que se invierte en la propaganda electoral de todos los partidos políticos y que termina convertida en 46.5 toneladas de basura tan solo hasta la tercera semana de febrero y tan solo en el Distrito Federal, en este nuestro país con 52 millones de pobres, según el Consejo Nacional para la Evaluación (Coneval)?

Estamos hablando sólo del periodo de precampañas; falta lo “bueno”, es decir, las campañas de los candidatos de los siete partidos que invadirán nuevamente todo espacio público y privado como si fuera propio con pancartas, plásticos, lonas, carteles, gallardetes, etcétera, colgados de puentes, semáforos, árboles, postes, camellones, parques, hasta bardas y paredes, fachadas de casas y piedras pintarrajeadas con propaganda electoral sin contenido de fondo para la población, aún sin considerar los grandes espectaculares, violando flagrantemente la supuesta ley que existe para regular el abuso de partidos y autoridades sobre los derechos ciudadanos en este aspecto.

Al costo de dicho desperdicio hay que agregar los de la operación de instalar, quitar y retirar toda esa basura que usted y yo tenemos que pagar para continuar la farsa de que vivimos en una democracia en la que los ciudadanos de a pie no somos tomados en cuenta. Ya ve usted lo que pasó en las elecciones del 2006…

Este año el Instituto Federal Electoral (IFE) recibió 18 mil 451 millones de pesos incluyendo el financiamiento de partidos, Trife y Fepade, para organizar el proceso electoral que nadie sabe en qué va a terminar dadas las circunstancias que se están presentando con la intervención de los “poderes” y de quienes los manipulan.

En una verdadera democracia el Estado no tendría que distraer recursos públicos para financiar a los partidos y demás organizaciones políticas sino que éstos tendrían que trabajar para hacerse llegar los elementos necesarios para su subsistencia, desarrollo y contiendas electorales. Vale recordar que hasta hace algunos años el PAN realizaba rifas de autos para ayudarse en su autofinanciamiento —claro, era otro PAN—.

Los famosos cargos “plurinominales” no tienen razón de existir. Esto fue un invento del PRI cuando se dio cuenta que era necesario disfrazar su cuasi dictadura en “democracia”. Eran los tiempos del absolutismo priista.

Nos seguimos preguntando para qué diantres sirven 500 diputados, con toda la tremenda carga económica que absorben del erario público, si muchas veces se suspenden las sesiones por falta de quórum. En la Cámara de Senadores sucede lo mismo y, en ambas, miles de asuntos trascendentales para el país están encajonados.

Como éstos, hay muchos otros rubros —como que los grandes empresarios privilegiados paguen también, rigurosamente, sus impuestos— en los que se puede hacer mejor uso del dinero de todos para disminuir la pobreza que abate al país. No se trata de dar “bonos” y despensas que sólo crean dependencia controlada, sino de facilitar las opciones de creación de trabajo y desarrollo popular.

Así, podríamos paliar mejor los embates de la economía. Es estúpido que mientras la canasta básica aumenta 8 por ciento, los salarios mínimos aumentan sólo el 4.2; que en el comercio ambulante se ubiquen más de 14 millones de personas con capacidades laborales de todo tipo, la mayoría, porque no encuentran un empleo remunerado; que el crecimiento del país en los últimos cinco años sea de apenas 1.48 en promedio, cuando en los tiempos del nefasto José López Portillo crecimos 7.96 por ciento; que siendo México un importante productor mundial de petróleo el gobierno calderonista gaste 110.7 mil millones de DÓLARES en importación de gasolinas y que la dependencia de los combustibles extranjeros se haya incrementado 98 por ciento en lo que va de este sexenio. Por eso cada mes nos atraca con los gasolinazos…

¿Cómo califica usted todo esto?

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