Reynaldo Mota Molina
La gran tragedia que se ha cernido sobre el pueblo de Haití nos hace evocar el desdichado refrán “pobre del pobre si al cielo no va; jodido aquí y jodido allá”. Y es que, ubicado en las Antillas Mayores de América Central, una zona geográfica caracterizada por la sismicidad y la violencia meteorológica, Haití fue habitado originalmente por las etnias arawak, caribes y taínos constituidos en una unidad política y cultural durante el periodo clásico de los mayas. A la llegada de Cristóbal Colón a la isla La Española (República Dominicana) en 1492, pasó a formar parte del imperio español. En 1517, Carlos I de España, autoriza la trata de negros y la introducción de esclavos africanos en el continente americano.
La gran tragedia que se ha cernido sobre el pueblo de Haití nos hace evocar el desdichado refrán “pobre del pobre si al cielo no va; jodido aquí y jodido allá”. Y es que, ubicado en las Antillas Mayores de América Central, una zona geográfica caracterizada por la sismicidad y la violencia meteorológica, Haití fue habitado originalmente por las etnias arawak, caribes y taínos constituidos en una unidad política y cultural durante el periodo clásico de los mayas. A la llegada de Cristóbal Colón a la isla La Española (República Dominicana) en 1492, pasó a formar parte del imperio español. En 1517, Carlos I de España, autoriza la trata de negros y la introducción de esclavos africanos en el continente americano.
En los inicios del siglo XVII, debido al auge que había adquirido el comercio informal de los colonos criollos de la isla, que iba en contra del monopolio que pretendía el gobernador español Antonio de Osorio, ordenó la despoblación septentrional y occidental de la isla con el fin de frenar esa práctica. Con el tiempo, en las zonas despobladas se fueron asentando los bucaneros y los filibusteros, piratas ambos de origen francés. Estos poblamientos determinaron que la parte occidental de la isla fuera reclamada por Francia. En 1697, España cedió a Francia esa parte de la isla y a mediados del siglo XVIII, el Haití colonial estaba ocupado por Francia bajo un férreo y cruel sistema esclavista.
Tras un largo proceso emancipador, entre 1793 y 1802, François Dominique Toussaint-Louverture dirige con sagacidad la revolución haitiana enfrentando a españoles, ingleses y franceses, hasta su captura y muerte. En 1803, Jean Jacques Dessalines vence definitivamente a las tropas francesas y en 1804 declara la independencia de Haití, proclamándose Emperador. La gran inestabilidad política del país sirvió a Estados Unidos como pretexto para invadirlo en 1915 y ejercer así un control absoluto hasta 1934.
En 1957 fue elegido como Presidente François Duvalier, conocido popularmente como “Papá Doc”, quien gobernó cruel y dictatorialmente con ayuda militar y financiera de Estados Unidos y en 1964 se hizo proclamar presidente vitalicio. Su hijo Jean-Claude Duvalier (Nené Doc) le sucedió en 1971. En enero de 1986 una insurrección popular le obligó a exiliarse y el ejército se hizo del poder y el control mediante la formación de un Consejo Nacional de Gobierno.
Desde entonces, entre insurrecciones y golpes de estado se sucedieron una serie de gobiernos que, tras una grave crisis interna que incluyó violentos episodios, en el año 2004 culminó con la ocupación de Haití por parte de los "Cascos Azules" de la ONU. En el 2006, René Préval fue elegido presidente del país respaldado por dicha corporación internacional.
La economía de Haití generó en 2009 un PIB de solamente 6.9 mil millones de dólares y una renta per cápita de 772 dólares, lo que lo convierte en el país más pobre de todo el continente americano y uno de los más desfavorecidas del mundo. El 80% de su población vive bajo el umbral de pobreza y un 75% de ella es dependiente de un sector de la agricultura y pesca organizado en pequeñas y frágiles explotaciones.
Las devastadoras tormentas tropicales que se sucedieron a lo largo de 2008, afectaron las escasas infraestructuras de comunicaciones que, a imagen de los sectores industriales y de servicios, sufren de la carencia de inversiones sostenidas a causa de la inestabilidad y la violencia.
En estas condiciones Haití es azotado por un terremoto de 7.0 grados que tiene devastada a su capital, Puerto Príncipe, cuya población inmersa en la desgracia, el dolor, la desesperación, la miseria y el desorden, no puede recibir eficazmente la ayuda que está fluyendo de todo el mundo en una singular respuesta humanitaria y solidaria porque, simplemente, no existen las condiciones de infraestructura más elementales.
Todo esto nos está diciendo algo; nos está diciendo mucho… Dios quiere que volteemos a verlo…, tal vez por eso reclama nuestra atención, la de la humanidad entera.
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