Reynaldo Mota Molina
A 105 años de distancia el movimiento armado iniciado
por Francisco Ignacio Madero en contra del gobierno dictatorial de Porfirio
Díaz, que había ocupado la presidencia de México desde 1876, sigue siendo tan
cuestionado como lo fue desde un principio aunque por diferentes razones. Con
Madero se encendió la mecha que incendió el país mediante el Plan de San Luis
que denunciaba los abusos de la dictadura y exponía entre otros proyectos el de
restituir a los campesinos los terrenos arrebatados por el porfirismo,
señalando el 20 de noviembre de 1910 como fecha del alzamiento bajo el lema
“Sufragio Efectivo, No Reelección”.
Finalmente, Porfirio Díaz renunció a la presidencia el
25 de mayo de 1911 y partió exiliado el 31 de dicho mes y año a París, Francia.
Francisco I. Madero fue traicionado y sacrificado el 22 de febrero de 1913.
La Revolución mexicana ha sido cuestionada incluso
como tal, porque algunos autores sostienen que los líderes de los diferentes
grupos no luchaban por un fin común organizado sino que peleaban unos contra
otros en busca de sus propios ideales e intereses, es decir, lo que en forma
pragmática el pueblo denominó “la bola”.
Como quiera que sea, la realidad es que el movimiento
armado costó más de un millón de vidas de hombres, mujeres y niños,
revolucionarios o no, pero muchos de ellos con el ideal de morir en aras de un
país mejor… y muchos cuestionamos: ¿Valió la pena?
Los ganones
fueron los políticos militares quienes haciendo a un lado lo del “Sufragio
Efectivo, No Reelección”, sucesivamente se apoderaron de la presidencia de la
República empezando por Venustiano Carranza. Enarbolando la bandera de la
revolución Plutarco Elías Calles fundó el hegemónico Partido Nacional
Revolucionario (PNR), Lázaro Cárdenas el corporativismo cambiando a Partido de
la Revolución Mexicana (PRM) y Miguel Alemán abriendo el paso a civiles
universitarios, a Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en suma, usufructuaron
la revolución durante más de setenta años consecutivos.
No existe un consenso sobre cuándo terminó el proceso
revolucionario. Algunos lo sitúan en 1917 con la proclamación de la
Constitución mexicana, algunos otros en 1920 con la presidencia de Adolfo de la
Huerta o 1924 con la de Plutarco Elías Calles, algunos más aseguran que el
proceso se extendió hasta la década de 1940 con Jesús Silva Herzog, pero es un hecho que la Revolución
mexicana murió hace mucho tiempo.
Sin embargo, los políticos han seguido explotando la Revolución como
una gesta gloriosa que construyó una democracia y un país más próspero y más
justo, pero vemos que la realidad es muy distinta porque prevalecen las
condiciones de pobreza, explotación e injusticia que existían desde los tiempos
de Porfirio Díaz agravadas hasta el infinito por los gobiernos neoliberales,
corruptos y coludidos con el narcotráfico y el crimen organizado. A la fecha, 55 por ciento de
los mexicanos vive en la pobreza y 30 por ciento en la miseria. ¿De qué sirvió
la Revolución…?
Los gobiernos panistas tuvieron su oportunidad de
transformar verdaderamente el país en el año 2000 pero rápidamente aprendieron
la forma del saqueo impune y traicionando sus propios ideales convirtieron el
país en un mar de sangre, muerte, desesperanza y mayor pobreza e injusticia.
Antagónicos de la palabra revolución, cambiaron la fecha de su conmemoración para mayor
deslave; no supieron qué hacer con el bicentenario de la Independencia y
centenario de la Revolución, pero aprovecharon la oportunidad de defraudar a la
nación con una monumental estupidez llamada Estela
de Luz.
Los neopriistas, nuevamente en el poder, ajenos a por
qué se dicen revolucionarios
institucionales, sólo saben que están al servicio de los patrones
neoliberales y por ello tienen las arcas abiertas para su enriquecimiento, y
que taca tataca la Revolución…
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