Reynaldo Mota Molina
El poder hegemónico que Estados Unidos ejerce particularmente sobre nuestro país se evidencia de las más diversas formas: económico, cultural, político por sobre todo, y consecuentemente, corrupto. Ciertamente es histórico, desde el siglo XIX hasta hoy, debido a ambiciones, intereses, torpezas y debilidades de los sucesivos gobernantes mexicanos —así perdimos más de la mitad del territorio nacional—; sin embargo, nunca como ahora con Felipe Calderón Hinojosa había sido tal la claudicación y sometimiento de un gobierno mexicano al predominio del gobierno estadounidense.
Si bien Estados Unidos abrió los caminos de la droga a través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) en la década de los años 80 para financiar el apoyo de la “contra nicaragüense” con el fin de derrotar al movimiento armado “Frente Sandinista de Liberación Nacional” (FSLN), que en la paranoia paralela al plan “Irán-contra” de Reagan y Bush, consideraba a dicho movimiento “un gran peligro para la región debido a sus tendencias marxistas-leninistas, y que en Centroamérica estaba a punto de gestarse una nueva Cuba”, en plena época de la Guerra Fría, involucró a México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá y Colombia. (Los Señores del Narco. Anabel Hernández. 2010).
Esto “explica” el auge que partir del gobierno de Carlos Salinas De Gortari tuvo el narcotráfico en nuestro país, cuya puerta abrió de par en par Vicente Fox, pero no así la claudicación de Felipe Calderón ante el gobierno norteamericano y mucho menos su guerra estúpida y sin sentido cuyos muertos suman más de cincuenta mil y van en aumento.
Uno y otro gobiernos pretenden lavarse las manos de sangre negando los hechos y tratando de engañar al pueblo y a la historia. Ya está de más repetir el contrabando oficial “Rápido y Furioso”, los vuelos —tripulados o no— de espionaje, el acuerdo —firmado o no— de la intervención militar disfrazada con militares retirados en Estados Unidos, pero en pleno ejercicio en México, de agentes de espionaje (inteligencia, le llaman) de diversas corporaciones norteamericanas y de contratistas de seguridad privados de aquel país, con el sobado pretexto de combatir el narcotráfico mediante las fuerzas armadas.
La delincuencia organizada, que es un ente hiperactivo, encontró en este filón la oportunidad de diversificarse criminalmente para reabastecerse, multiplicarse y apoderarse de las zonas estratégicas en disputa por los distintos cárteles. Ahora comprende además, extorsión, robo vehicular, secuestro, piratería, tráfico humano, tráfico de órganos, de infantes, prostitución en todos los órdenes, el consabido lavado de dinero y muchos delitos más, envueltos en una violencia deshumanizada, para lo cual ha corrompido y sometido a las distintas autoridades de los tres niveles de gobierno a fin de contar con su incondicional apoyo y complicidad.
El objetivo de Estados Unidos en esta intervención solicitada por Felipe Calderón Hinojosa es, mañosamente, consolidar el viejo anhelo de expandir su hegemonía en lo que ha considerado siempre su traspatio, según puede verse en el raquítico apoyo de la Iniciativa Mérida —no en balde llamada ahora “Más Allá de Mérida”— que no es más que un pirulí en la “guerra” de Calderón con el que jamás combatiría eficazmente el narcotráfico. Finalmente, no es su propósito. Su mira está puesta en el predominio continental y México es su primer eslabón en que el gobierno “le permite” instalar centros de espionaje en su territorio con el pretexto del combate a los cárteles de la droga.
Estados Unidos no está dispuesto a sacrificar su adicción a las drogas que tan magníficos resultados económicos le reporta, y menos aún en tiempos de crisis. No está dispuesto a sacrificar el contrabando de armamento de alto poder a los narcotraficantes mexicanos por las mismas razones. No está dispuesto a abandonar su hegemonía en los países con gobiernos agachones y apátridas, y menos después de haber logrado su primera base de inteligencia en territorio extranjero.
Lo demás son discursos, pero los hechos están ahí.
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