Reynaldo Mota Molina
No se usted, pero en muchos quedan mil dudas acerca de la muerte de Ignacio (Nacho) Coronel, identificado como tercer mando del poderoso cártel de Sinaloa, a manos del Ejército. La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) planeó desde la inteligencia militar —la menos infiltrada por el narco, se dice— la estrategia y la realizó sin el concurso de las corporaciones policiacas porque están copadas, se entiende. El acceso a los datos está restringido y la única información que se conoce es a través de boletines de la propia Sedena, sin embargo, el Universal publicó en Internet que Coronel tenía dos heridas de bala, una en el pecho y otra en el cuello, mientras el periódico Reforma informó que el cuerpo tenía 16 impactos de bala, lo que manifiesta la incertidumbre de la información.
No se usted, pero en muchos quedan mil dudas acerca de la muerte de Ignacio (Nacho) Coronel, identificado como tercer mando del poderoso cártel de Sinaloa, a manos del Ejército. La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) planeó desde la inteligencia militar —la menos infiltrada por el narco, se dice— la estrategia y la realizó sin el concurso de las corporaciones policiacas porque están copadas, se entiende. El acceso a los datos está restringido y la única información que se conoce es a través de boletines de la propia Sedena, sin embargo, el Universal publicó en Internet que Coronel tenía dos heridas de bala, una en el pecho y otra en el cuello, mientras el periódico Reforma informó que el cuerpo tenía 16 impactos de bala, lo que manifiesta la incertidumbre de la información.
Las imágenes difundidas muestran la intensidad del “operativo quirúrgico”, sin embargo el cadáver de Coronel nunca fue mostrado y se mantuvo siempre en el más completo hermetismo, protegido incluso de la prensa, hasta la última morada en la capital de Sinaloa donde fue entregado a un reducido número de familiares quienes despidieron “cortesmente” a los militares en el panteón. La rígida protección provoca la suspicacia de quienes no creen en las historias oficiales. La mula no era arisca…
Recordemos que en el caso de Arturo Beltrán Leyva, abatido en diciembre pasado, sus despojos fueron exhibidos incluso hasta el escarnio, que no es de lo que se trata, sino simplemente de algo tan elemental como confirmar el hecho.
De ser así, las circunstancias dirigen hacia el cuestionamiento de si el operativo militar fue parte de la cacería ordenada por alguien o si fue parte del cumplimiento al ultimátum emitido presuntamente por el cártel de Juárez o La Línea inmediatamente después de la detonación del coche-bomba en Ciudad Juárez, Chihuahua, en que amenazan a “las autoridades que le dan apoyo al cártel de Sinaloa” con mayores estallidos “si en quince días no hay respuesta…”, y sucedió en esos días.
Cualquiera de los dos casos es sumamente peligroso; el primero derivado de la separación negociada y aparentemente tranquila que se venía dando entre Nacho Coronel y el Chapo Guzmán desde 2008 ante el crecimiento de su negocio criminal evidentemente encaminado hacia la independencia del Chapo Guzmán, según un informe estadounidense. Mala fortuna —se dice— de aquellos que se distancian de El Chapo: acaban en prisión o de plano muertos. Esto indudablemente tendrá consecuencias entre los cárteles porque aumentarán la violencia y la guerra fallida del gobierno calderonista no podrá evitar nada.
El segundo es terriblemente grave: el sometimiento del gobierno de Calderón en todas sus instancias, a las exigencias del crimen organizado. Mayor desgracia para la nación mexicana no puede haber. Nos resistimos a creerlo. Significa que estaríamos de facto bajo el gobierno de narcotraficantes y delincuentes. ¡No puede ser! Sin embargo, Felipe Calderón Hinojosa es responsable del favoritismo mostrado, pero siempre negado, hacia el cártel de Sinaloa, sin asumir las consecuencias que esta actitud necesariamente habría de tener, hasta propiciar que la delincuencia sea quien tome las riendas del asunto ¡para poner orden!, al menos entre ella. Es increíble el grado de ineptitud y desvergüenza.
Felipe Calderón es responsable del gran daño provocado a la nación con su “guerra”; de la muerte de más de 28 mil asesinados, de la orfandad de los hijos y de las viudas; de la inseguridad que vivimos 108 millones de mexicanos y de la afectación psicológica y productiva que conlleva y su repercusión en el desempeño laboral y competitivo; de la inestabilidad social exacerbada desde la guerra de odio de su campaña electoral; del enquistamiento de células del narcotráfico en las altas esferas de los poderes político y económico; de la corrupción y descrédito del Ejército y de las comisiones de los Derechos Humanos; de la impartición de injusticia desde Suprema Corte; del empoderamiento de las televisoras privadas y de los sindicatos corporativos para encubrir fallas y corruptelas; de la pobreza creciente que invade a la población, consecuencia de la desigualdad en la repartición de la riqueza; de la impunidad reinante entre la gente de poder; de la espantosa debacle que vive el país y de todo cuanto esto implica, ante la más absoluta impunidad.
Calderón es responsable de todo esto y más… ¿cómo lo va a pagar?
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