Perdido y sin rumbo desde que inició su fatídico sexenio hace cerca de cuatro años, Felipe Calderón da tumbos y retumbos y no halla cómo salir del atolladero en que se encuentra y en el que nos metió a todos con su “guerra” contra el narcotráfico con la intención de legitimarse después del fraude electoral del 2006, y ahora trata de endosar a todo el mundo el “paquetito”.
Como no encontró eco a sus “decálogos”, los que nadie tomó en cuenta por falta de credibilidad y terminaron, como era de esperarse, en simples bla, bla, bla, recurrió a implorar iluminación al dios de los Chamulas; a declararse vencedor de CINCO -y no cuatro- jinetes del Apocalipsis; luego, casualmente en vísperas de las elecciones del 2010, publicó una larga carta a la que llamó “La lucha por la seguridad pública”, en la que le cambió el nombre a “su guerra” para involucrarnos a todos en la “lucha”; enseguida dirigió un gran número de “mensajes a la nación” electoreros, en cadena nacional, naturalmente por televisión, a los que tampoco nadie hizo caso y prueba de ello son los desastrosos resultados para sus compinches de Acción Nacional en dichos comicios.
Después de esto -reconociendo implícitamente su derrota- dijo que la lucha contra la criminalidad no es sólo del presidente, como lo han querido ver algunos y, acordándose que existe la ciudadanía, demandó de ésta apoyo y comprensión, tanto como de los otros poderes. Mediante el pasaje bíblico “La parábola del Rey” criticó la falta de respuesta de los partidos políticos y del Congreso a su llamado para crear una política de Estado contra el crimen, y aquí está el quid: ¿Para qué debatir -dicen estos- si ya el Ejecutivo federal decidió? Hay tres intentos claros en el discurso de Los Pinos sobre la guerra contra las drogas. El primero intenta abolir la palabra “guerra”; el segundo, eliminar la noción de que es personal (de Felipe Calderón), y el tercero es no atribuirla más a la administración 2006-2012, sino al Estado Mexicano… ¿“Y yo por qué…”?
Luego convocó a todas las fuerzas políticas del país a dialogar de manera directa sobre seguridad y otros desafíos que el país enfrenta para dar "juntos una respuesta unida y firme contra quienes atentan contra la vida democrática y la paz de los mexicanos”, y estableció sus “Diálogos por la Seguridad Pública” en los que pretende dar la impresión de que es incluyente para establecer la nueva política de lucha por la seguridad pública y la tranquilidad social, pero que en realidad tienen un fin primordialmente electoral para el 2012. Así se reunió con el alto clero, con los dueños de los medios de comunicación, con altos empresarios, partidos políticos, gobernadores, etcétera, y en cada una de las reuniones lanzó el llamado a la unidad e incluso aceptó el debate sobre la legalización de las drogas y ha hecho alusiones para controlar el lavado de dinero de la delincuencia organizada.
Todos saben y sabemos que nada de fondo cambiará, incluso, a pesar de la violencia de los cárteles México no cambiará su estrategia para combatirlos porque no conviene a su gobierno panista y las élites que lo rodean.
De querer dar, verdaderamente, un golpe de timón, un punto de quiebra, en la conducción del país, no hay necesidad de tanta carambola y tanta difusión mediática vacía. Basta con poner en marcha PUNTUALMENTE cada una de las propuestas que se le han estado exponiendo con toda claridad y precisión desde que empezó su gobierno, conforme a las acciones que se han implementado en países como Colombia, Rusia, Japón y catorce países más, cuyas experiencias han dado los mejores resultados en el combate a la delincuencia organizada, de acuerdo con Edgardo Buscaglia, experto en Seguridad y Terrorismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), catedrático e investigador.
“Solamente” hay que tomarlas en cuenta y aplicarlas…
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