Reynaldo Mota Molina
Si usted no es potentado, pertenece a la élite privilegiada de políticos, empresarios o compinches del gobierno de Felipe Calderón; si no aparece en las listas de Forbes ni está ligado a la delincuencia organizada, ¿tiene algo qué celebrar en el bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución?
Si usted no es potentado, pertenece a la élite privilegiada de políticos, empresarios o compinches del gobierno de Felipe Calderón; si no aparece en las listas de Forbes ni está ligado a la delincuencia organizada, ¿tiene algo qué celebrar en el bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución?
Porque mire, primero Calderón no sabía cómo “celebrar” —el término es de él— estos movimientos armados por ser antagónico del liberalismo que los generó y soslayaba el asunto —seis veces cambió de coordinador de la comisión organizadora—. Tal vez viendo que la izquierda a través de Marcelo Ebrard, aunque fuera motivado por intereses electoreros, se andaba moviendo para la construcción de una torre conmemorativa de ambos centenarios, que no le fue autorizada, y otras iniciativas más, hace un año inició la construcción de la Expo Guanajuato Bicentenario en Silao, con un costo de mil 100 millones de pesos —en tiempos de tremendas crisis— “como un exquisito regalo para todos los mexicanos”, según Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública. ¡’uta! Qué delicada expresión de tan libertaria belleza...
Por su parte el gobernador panista del estado, Juan Manuel Oliva, el día de la inauguración señaló que dicha Expo “invita a reafirmar nuestro compromiso con los valores y los ideales que hace 200 y 100 años impulsaron a Hidalgo, Morelos, Madero, Villa y Zapata, a lanzar los gritos de libertad que sacudieron la conciencia de una nación entera. Decidámonos —dijo—, como hace 200, como hace 100 años, a dar un nuevo grito (¿de veras?), a emprender una nueva revolución pacífica, con las armas que nos han legado los mexicanos de la primera hora: nuestros valores”. ¡Aaaah! ¿Cuáles?
La verdad es que estos tales no saben lo que dicen. “Las diferentes instancias del gobierno, comenzando por el federal, así como los partidos políticos, han hecho uso y abuso de las conmemoraciones del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución, hasta convertirlas en cuestión meramente política, de carácter casi electorero más que histórico”, asegura la historiadora Eugenia Meyer, profesora emérita de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e investigadora especializada en la Revolución Mexicana.
Ante las críticas respecto a actos y recursos utilizados para la “celebración” de los centenarios y la insistente invitación de las redes sociales de Internet a no participar en los eventos oficiales ¡¡PORQUE NO TENEMOS NADA QUÉ CELEBRAR!!, Felipe Calderón responde indiferente: “El que no quiera, no lo haga”, mientras sigue con el “show” de los restos mortales de los héroes que nos dieron patria…
Y para completar, ahora la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) sale con que es pecado de omisión quedarse al margen y guardar silencio ante los festejos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana. ¿De cuándo acá tanto fervor patrio de la Iglesia en México? ¿Ya olvidó que condenó y excomulgó a los sacerdotes independentistas Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón entre otros, que ahora nos obliga bajo pecado a “festejar” las guerras civiles de la Independencia y de la Revolución Mexicana? ¿Por qué le sigue el juego político a Felipe Calderón? Los feligreses de la fe católica ¿qué tenemos que ver con los intereses políticos del alto clero con el gobierno federal para que trate de someternos de tal modo? Como se dice ahora: “¡no manchen!”
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