Reynaldo Mota Molina
El 15 de julio pasado se puso
en marcha el segundo despojo más grande de la nación mexicana —en el primero
perdimos más de la mitad del territorio mexicano en 1848 a manos de Antonio
López de Santa Anna y a favor de Estados Unidos de América—. En el segundo la
pérdida es el petróleo, la principal fuente de ingresos de divisas después de
las remesas de inmigrantes, lo que significa la pérdida del control sobre
nuestros recursos naturales, el sometimiento de las poblaciones que habitan las
regiones petroleras, la pérdida de ingresos, el debilitamiento institucional
del propio Estado, el inicio de un camino sin rumbo y la consumación de un crimen de lesa patria en que el país
retrocederá a la subordinación en esta materia, a manos de Enrique Peña Nieto y
a favor de Estados Unidos de América y sus socios.
A dicho despojo se le llamó protocolariamente
Ronda Uno que contemplaba la
asignación de 14 bloques petroleros de los 169 que se tiene previsto licitar,
con una extensión territorial de 28 mil 500 kilómetros cuadrados del Golfo de
México incluyendo tierras, aguas someras y aguas profundas. Un proyecto tan
ambicioso y rápido que no tiene precedente en el mundo.
Sin embargo, la primera etapa
de la mentada Ronda Uno fue un
soberano fracaso. De los 14 bloques licitados solo 2 fueron adjudicados al
consorcio mexicano-británico-estadounidense encabezado por Sierra Oil & Gas, casualmente, en el que está involucrado un
cuñado de Carlos Salinas de Gortari, expresidente de México. Los 12 restantes
se declararon desiertos al no presentarse ofertas por parte de los competidores
extranjeros o determinarse que las emitidas resultaron insolventes. ¿Falta de
confianza en el gobierno mexicano por parte de los supuestos inversionistas, o
qué…?
Rápidamente los peñistas afinaron algunos aspectos para
hacer más atractiva la oferta y en la segunda fase de la Ronda Uno realizada el 30 de septiembre pasado, que incluye nueve
campos petroleros en aguas someras del Golfo de México y serán adjudicados
mediante cinco contratos, de las 14 firmas precalificadas 9 presentaron sus
propuestas económicas y garantías de seriedad. De éstas, Grupo Carso, de Carlos
Slim, no tiene experiencia en la exploración de hidrocarburos, pero otra
empresa de su propiedad, la minera Frisco, a pesar de la oposición de al menos
100 mil familias, ha ocasionado derrumbes, acaparamiento de agua y fracturas de
las casas de los pobladores de Salaverna, Zacatecas y, ¡tan campante!
Pero al gobierno de Peña Nieto
le urge le venta petrolera, que no fluye, y no corren los ríos de dinero a sus
bolsillos ni a los de sus amos, y el 15 de diciembre llevó a cabo la tercera
etapa de la famosa Ronda Uno, con la
adjudicación del cien por ciento de los campos petroleros concursados, es
decir, 25 de 25 contratos entre los que dice Pedro Joaquín Coldwell, secretario
de Energía, hay empresas mexicanas, extranjeras y asociaciones en consorcio???
De los 25 campos adjudicados,
17 son de aceite y 8 son de gas en la Cuenca de Burgos. Los estados donde se
ubican dichos campos son: Chiapas con 5, Nuevo León 7, Tabasco 5, Tamaulipas 2
y Veracruz 6.
Según Coldwell, “la licitación
traerá una producción pico de 77 mil barriles diarios de petróleo y una
inversión de mil 100 millones de dólares” y agregó: “Con los resultados
obtenidos en esta licitación, se suman 22 empresas al nuevo sistema industrial
de hidrocarburos mexicano”.
…¿Y yo qué? dirá usted…
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