viernes, 20 de noviembre de 2015

LA CUESTIONADA REVOLUCIÓN MEXICANA

Reynaldo Mota Molina

A 105 años de distancia el movimiento armado iniciado por Francisco Ignacio Madero en contra del gobierno dictatorial de Porfirio Díaz, que había ocupado la presidencia de México desde 1876, sigue siendo tan cuestionado como lo fue desde un principio aunque por diferentes razones. Con Madero se encendió la mecha que incendió el país mediante el Plan de San Luis que denunciaba los abusos de la dictadura y exponía entre otros proyectos el de restituir a los campesinos los terrenos arrebatados por el porfirismo, señalando el 20 de noviembre de 1910 como fecha del alzamiento bajo el lema “Sufragio Efectivo, No Reelección”.

Finalmente, Porfirio Díaz renunció a la presidencia el 25 de mayo de 1911 y partió exiliado el 31 de dicho mes y año a París, Francia. Francisco I. Madero fue traicionado y sacrificado el 22 de febrero de 1913.

La Revolución mexicana ha sido cuestionada incluso como tal, porque algunos autores sostienen que los líderes de los diferentes grupos no luchaban por un fin común organizado sino que peleaban unos contra otros en busca de sus propios ideales e intereses, es decir, lo que en forma pragmática el pueblo denominó “la bola”.

Como quiera que sea, la realidad es que el movimiento armado costó más de un millón de vidas de hombres, mujeres y niños, revolucionarios o no, pero muchos de ellos con el ideal de morir en aras de un país mejor… y muchos cuestionamos: ¿Valió la pena?

Los ganones fueron los políticos militares quienes haciendo a un lado lo del “Sufragio Efectivo, No Reelección”, sucesivamente se apoderaron de la presidencia de la República empezando por Venustiano Carranza. Enarbolando la bandera de la revolución Plutarco Elías Calles fundó el hegemónico Partido Nacional Revolucionario (PNR), Lázaro Cárdenas el corporativismo cambiando a Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y Miguel Alemán abriendo el paso a civiles universitarios, a Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en suma, usufructuaron la revolución durante más de setenta años consecutivos.

No existe un consenso sobre cuándo terminó el proceso revolucionario. Algunos lo sitúan en 1917 con la proclamación de la Constitución mexicana, algunos otros en 1920 con la presidencia de Adolfo de la Huerta o 1924 con la de Plutarco Elías Calles, algunos más aseguran que el proceso se extendió hasta la década de 1940 con Jesús Silva Herzog, pero es un hecho que la Revolución mexicana murió hace mucho tiempo.


Sin embargo, los políticos han seguido explotando la Revolución como una gesta gloriosa que construyó una democracia y un país más próspero y más justo, pero vemos que la realidad es muy distinta porque prevalecen las condiciones de pobreza, explotación e injusticia que existían desde los tiempos de Porfirio Díaz agravadas hasta el infinito por los gobiernos neoliberales, corruptos y coludidos con el narcotráfico y el crimen organizado. A la fecha, 55 por ciento de los mexicanos vive en la pobreza y 30 por ciento en la miseria. ¿De qué sirvió la Revolución…?

Los gobiernos panistas tuvieron su oportunidad de transformar verdaderamente el país en el año 2000 pero rápidamente aprendieron la forma del saqueo impune y traicionando sus propios ideales convirtieron el país en un mar de sangre, muerte, desesperanza y mayor pobreza e injusticia.

Antagónicos de la palabra revolución, cambiaron la fecha de su conmemoración para mayor deslave; no supieron qué hacer con el bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución, pero aprovecharon la oportunidad de defraudar a la nación con una monumental estupidez llamada Estela de Luz.

Los neopriistas, nuevamente en el poder, ajenos a por qué se dicen revolucionarios institucionales, sólo saben que están al servicio de los patrones neoliberales y por ello tienen las arcas abiertas para su enriquecimiento, y que taca tataca la Revolución…





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domingo, 8 de noviembre de 2015

MALA EDUCACIÓN

Reynaldo Mota Molina

Desde la época vasconceliana la educación pública en México fue concebida y diseñada “de medio pelo” para que el pueblo, que se debatía en los estragos de la postrevolución, no tuviera posibilidades de desarrollar el pensamiento y capacidades que pusieran en riesgo los planes políticos de los gobiernos revolucionarios.

Así ha sido desde entonces y hemos visto a través de los años y comprobado ahora, que el sistema educativo de nuestro país está muy lejos de competir con los estándares internacionales en todos los niveles de la educación, desde la preescolar, primaria, secundaria, preparatoria, universitaria, tecnológica y aún la de postgrado, radica en la mediocridad y en la frustración de los estudiantes que en búsqueda del desarrollo profesional, si llegan a terminar sus estudios en cualquier entidad pública, se encuentran en desventaja al pretender un empleo adecuadamente remunerado.

Más aún, el presupuesto para la educación en nuestro país es de los más bajos del mundo, en contraste con los altos ingresos que reciben magistrados, legisladores y partidos políticos, por mencionar sólo estos ejemplos, sin contar los recortes presupuestales que agravan el problema.

El sistema educativo de México está diseñado para producir mano de obra barata para las empresas transnacionales estadounidenses principalmente, españolas, y de otros países europeos. Así vemos que desde la enseñanza secundaria se imparten talleres técnicos a los estudiantes; en la preparatoria se fomentan las actividades técnicas y los egresados reciben un certificado que los acredita como técnicos. Las instituciones tecnológicas hacen lo propio. La proliferación de universidades privadas con currículos tecnológicos está en boga con el mismo objetivo.

El sistema de educación pública no contempla la formación de líderes en ninguno de sus niveles —el gobierno mexicano es enemigo de que la gente piense—, no fomenta la creatividad empresarial, por el contrario, sólo forma empleados de servicios, y crea instituciones de enseñanza técnica.

Así, los egresados sólo aspiran a empleos menores, y quienes reciben un título profesional no tienen el perfil correspondiente a los requerimientos de las empresas y terminan aceptando menos.


Las reformas constituciones aprobadas el año pasado —muchas sobre las rodillas, es decir, rapidito porque así convenía a los intereses del gobierno— van acordes a este esquema, por ejemplo, los contratos temporales que no generan prestaciones sociales ni crean derechos laborales; todo a favor del patrón.

 El servilismo de los gobiernos mexicanos a los intereses extranjeros ha sido manifiesto desde Porfirio Díaz, para no irnos más lejos, que en un afán mal planeado del desarrollo del país, permitió la explotación del petróleo y las minas, sin reservas, a Estados Unidos, Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, etcétera, hasta que Lázaro Cárdenas puso un hasta aquí a las empresas petroleras, pero las mineras siguen saqueando oro, plata y demás minerales con métodos inhumanos, ante la absoluta complacencia de los gobiernos en turno. México es el único país del mundo cuyas minas siguen explotándose a cielo abierto y sin protección segura para los trabajadores.

Cierto es que hay muchos mexicanos sobresalientes en los campos de la administración, la ciencia y la tecnología, algunos de los cuales emigran al extranjero para desarrollarse, pero en realidad son muy pocos en proporción de los 115 millones de habitantes del país, resultado indudable de la mala educación en México. 

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