Reynaldo Mota Molina
Para tratar de entender un poco cómo hemos sido
llevados al sumidero en que nos encontramos como país —que cada día está peor— y
hacer más llevadera la carga del destino que ya nos alcanzó, habría que
remontarnos a las secuelas de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y
particularmente a la llamada Guerra Fría (1947-1991), en que los países
aliados, ante la repartición del botín de guerra, llegaron a un enfrentamiento
político, económico, social, militar, informativo e incluso deportivo,
protagonizado por dos grandes bloques, el occidental (capitalista) liderado por
Estados Unidos, y el oriental (comunista) liderado por la entonces Unión
Soviética, hoy Rusia nuevamente. Muestra de ello fue la construcción del muro
de Berlín iniciada en 1961.
Si bien los enfrentamientos no llegaron a desencadenar
una nueva guerra mundial armada, la intensidad y gravedad de los conflictos
económicos, políticos e ideológicos, marcaron profundamente gran parte de la
historia de la humanidad. Las dos superpotencias deseaban implantar su modelo
de gobierno en todo el planeta. Por temor a la destrucción total ninguno de los
dos bloques llegó a tomar acciones directas contra el otro, debido a lo cual al
conflicto se le llamó “guerra fría”.
La Perestroika
(reestructuración) rusa inició la disolución de la Unión Soviética que culminó
con la caída del muro de Berlín en 1989 y el colapso del comunismo en 1991.
En las postrimerías de la segunda guerra, bajo el
sistema de Naciones Unidas, se crearon los organismos financieros Banco Mundial
(1944) y Fondo Monetario Internacional (1945), con sede en Washington, con la
intención declarada de reducir la pobreza en los países en desarrollo el
primero, y de fomentar la cooperación monetaria internacional, facilitar la
expansión y el crecimiento equilibrado del comercio internacional y fomentar la
estabilidad cambiaria, entre otros enunciados, el segundo, de los países
miembros incluido México.
En la práctica, y a consecuencia de la postguerra, dichos
organismos son utilizados para el control y manejo de los intereses de la
pequeña élite que gobierna el mundo, por ejemplo, el Banco Mundial (BM) favorece los intereses de los países
industrializados; financia proyectos que provocan daño ambiental masivo y empeoran
las condiciones de pequeños agricultores; hacen préstamos a gobiernos que
violan abierta y permanentemente los derechos humanos; provocan la reubicación
forzosa de personas y comunidades y amenazan los derechos de los pueblos
indígenas, todo con el fin de favorecer el control político a través de la
economía.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) establece el saneamiento del
presupuesto público a expensas del gasto social; la reestructuración del
sistema impositivo con el fin de incrementar la recaudación fiscal; la eliminación de barreras
cambiarias a través de la libre flotación de las divisas y de un mercado
abierto; la implementación de una
estructura de libre mercado en prácticamente todos los sectores de bienes y
servicios, sin intervención del Estado. El concepto de servicios, en la
interpretación del FMI, se extiende hasta incluir áreas que tradicionalmente se
interpretan como estructuras de aseguramiento de derechos fundamentales, como
la educación, la salud o la previsión social; políticas de flexibilidad
laboral, entendido como la liberalización del mercado de trabajo, entre otras.
En la década de 1980 México ingresa a la globalización
y al neoliberalismo cuyos sistemas derriban fronteras, abaten soberanías y nulifican
el sentido patrio en pro de la liberación de la economía y el libre comercio
para un mejor control político, social y económico.
Y como somos un
país de gobierno dócil, servil y apátrida, entregado totalmente a los poderosos
a cambio de migajas, y un pueblo indolente y cobarde, aceptamos todo cuanto nos
impongan, desde presidentes peleles, hasta la privatización de la educación y
de los servicios médicos en proceso, pasando por las reformas estructurales
para legalizar el saqueo. Todo está bajo control de los que gobiernan el mundo.
Que si la exoneración de Peña Nieto por los conflictos
de interés de la casa blanca de Las
Lomas y la de Ixtapan de la Sal, y la de Videgaray en Malinalco, son cuestiones
domésticas que todos sabíamos que así sucedería; que si el reconocimiento de la
pérdida de confianza en el gobierno y todas sus instituciones por parte de Peña
Nieto, es una desvergüenza manifiesta y un insulto a la inteligencia, en el
mismo momento que anuncia su exoneración. Por eso su gobierno alcanza el 99.7
de impunidad gracias a la corrupción, pero eso no inquieta a los dueños del
poder.
Para ampliar imagen dar clic en ella.