Reynaldo Mota Molina
Los grandes distractores de la atención pública que
utiliza el gobierno de Enrique Peña Nieto para encubrir las acciones de su mala
administración han perdido eficacia, concediendo que alguna vez la hayan
tenido. Son grotescos, mal hechos, diseñados para estúpidos por otros más estúpidos
y dejan al descubierto la pretendida engañifa. La nueva fuga de Joaquín Chapo
Guzmán lo confirma. A nadie sorprende este suceso, es más, se esperaba que ocurriera
en cualquier momento y así es, justo cuando el cáncer que padece Peña Nieto se
hace inocultable y hasta predecible que no llegue al final del sexenio; así lo
considera mucha gente y empieza a extenderse la creencia.
Pero al gobierno peñista no le conviene que esto se
extienda más y había que dar un vuelco… ¿Qué pasaría con los fabulosos negocios
de la reforma energética, de las telecomunicaciones, del nuevo aeropuerto, y
todos los demás? ¿Quién invertiría en un país que no tiene bien definido qué
hacer si faltare el presidente a fin de evitar conflictos de poder y problemas
de ingobernabilidad? Las grandes ganancias en los negocios es lo único que le
importa. Como los políticos se creen semidioses piensan que son inmortales y
son incapaces de prever debidamente una contingencia de esta naturaleza.
Pero tampoco dan paso sin huarache: La liberación de
Rafael Caro Quintero en 2013 se negoció
cuando las reformas estructurales se
encontraban en proceso y había que allanarles el camino distrayendo a la gente
para que no protestara; otro distractor fue la recaptura del Chapo
Guzmán en 2014, previa a la promulgación de las mencionadas reformas
estructurales, y había que dar confianza a los inversionistas extranjeros,
dueños del poder económico, para que creyeran en la capacidad del gobierno mexicano.
Todo esto es y ha sido un teatro o mejor dicho, una
telenovela de mala calidad a la manera de Televisa, pero envuelta en miles de
millones de dólares seguramente, al menos esta es la creencia popular, pero
además, justo cuando Peña Nieto se encuentra en Francia disfrutando su viaje
majestuoso acompañado de una corte que seguramente envidian los países
imperiales, así parecerá inocente de toda sospecha… que no lo libera de su
responsabilidad.
¿Quién puede creer verdaderamente que la instalación
de tamaña tubería, por donde según el gobierno peñista escapó el Chapo, paralela al centro penitenciario de
máxima seguridad, fuera casual y desprovista de toda medida de seguridad, así
como la reciente construcción del edificio por donde salió? De veras que son
estúpidos quienes le diseñan los escenarios a cargo de los bolsillos de usted y
los míos, y si éstas son obras privadas... peor aún.
Tampoco lo liberan de su responsabilidad las masacres
de civiles —delincuentes o no— a manos de las fuerzas armadas. “Mátenlos en
caliente” solía decir el dictador Porfirio Díaz para eliminar a quienes se
oponían a su régimen hace más de un siglo. “Mátenlos como perros”, instruían policías federales en enero pasado para abatir un grupo de autodefensas en
Apatzingán que mantenían un plantón de protesta por falta de pago de sus
servicios. El Ejército también intervino. En Tanhuato-Ecuandureo, Michoacán,
hubo 42 civiles abatidos, presuntos delincuentes, por policías federales más un
miembro de esta corporación. En Tlatlaya, Estado de México, hubo orden militar
para abatir delincuentes —civiles— en la noche; “no que muy machitos”, les
decían los militares a los sometidos “y les daban un balazo”, según una testigo
ocular.
Y para colmo, está bloqueada en Internet la
información relativa a la nueva fuga del
Chapo Guzmán y la relacionada con la
orden militar del caso Tlatlaya. Para eso sí es bueno el gobierno de Enrique
Peña Nieto.
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