Reynaldo Mota Molina
Según nuestra Constitución Política “el ejercicio del
Supremo Poder Ejecutivo se deposita en un solo individuo que se denomina
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, pero resulta que en la práctica y
ante el deterioro de la imagen presidencial desde los tiempos de Carlos Salinas
de Gortari, acentuado grotescamente en los gobiernos panistas de Vicente Fox y
Felipe Calderón y la falta de oficio político de Enrique Peña Nieto, evidenciado
con el lamentabilísimo caso Ayotzinapa, resulta confuso saber hoy quién en
realidad gobierna el país.
El Jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño
Mayer, que no es miembro del gabinete sino simple empleado del presidente, se
asume como tal al declarar al periódico español El País: “No vamos a sustituir las reformas por actos teatrales con
gran impacto, no nos interesa crear ciclos mediáticos de éxito de 72 horas.
Vamos a tener paciencia en este ciclo nuevo de reformas. No vamos a ceder
aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los
articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las
bravuconadas…”, que francamente, no se entiende a qué se refiere concretamente,
pero se adjudica la voz presidencial y no pasa nada.
El titular de la Secretaría de Marina y Armada de
México, Vidal Francisco Soberón Sanz —para hablar de solo dos casos—, tal vez remedando
expresiones de enojo de padres de familia de los normalistas de Ayotzinapa en
la reunión que tuvieron con algunos miembros del Senado de la República, y en
un intento de desvirtuar su legítima inconformidad y exigencia por su hijos
desaparecidos, dijo: “Me enoja más todavía que manipulen a los padres de
familia, es decir, manipulen a esta gente, porque eso es lo que están haciendo,
la están manipulando … Y más coraje me da de que esta gente que está
manipulando a los padres de familia no les interesa ni los padres ni estos
muchachos”.
Con tales afirmaciones el secretario de Marina se
toma atribuciones que no corresponden a las fuerzas armadas para deslegitimar voces y acciones de los indignados y
dolidos padres de familia, que son espejo de la indignación general creciente dentro
y fuera del país, pero además, el gobierno aún no ha dicho lo que pasó… por eso
aumenta el reclamo y el clamor de justicia.
Enrique Peña Nieto ante una muestra absoluta de
insensibilidad, incompetencia y desatino por el asesinato y desaparición de los
jóvenes estudiantes, llama “a que superemos esta etapa de dolor, demos un paso
hacia adelante y estemos dispuestos a construir un mejor entorno…”. Es decir:
¿Se trata de echarle tierra al asunto de Ayotzinapa, y ya? ¿Así como se ha
hecho con Tlatlaya, la Guardería ABC, San Fernando, las muertas de Juárez,
Acteal, Aguas Blancas… y tantos casos irresueltos e impunes?
Tal parece que lo único que verdaderamente le interesa
a Peña Nieto es cómo salvar los multimillonarios negocios que se le están yendo
de las manos como el tren rápido México-Querétaro, el Acueducto
Pánuco-Monterrey, el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en
los que invariablemente es contratista el consorcio inmobiliario preferido Higa, desde que era gobernador del
Edomex, el mismo que tiene a su cargo el nuevo hangar presidencial y es dueño
de la “casa blanca” de Peña-Rivera, de la casa de campaña de Peña Nieto que aún
conserva y de los aviones que le dieron servicio durante su candidatura y
precandidatura.
De Poco o nada sirven los distractores mediáticos soltados
con la casa del secretario de Hacienda Luis Videgaray con el mismo consorcio y
el aparente distanciamiento con Televisa. El gobierno peñista prepara el
garrote y la ley mordaza contra las manifestaciones populares aunque sean
pacíficas. Él se encarga de los disturbios.
Así queda manifiesta la participación directa de la
Policía Federal, además de la Municipal, en el caso Ayotzinapa, desde que los estudiantes salieron de las
instalaciones de la Normal en que ya eran monitoreados por agentes de las
administraciones estatal y federal con el conocimiento de la Secretaría de la
Defensa Nacional, lo cual da un vuelco a la historia oficial, con el resultado
conocido por todo el mundo.
¿Y el presidente?, bien, gracias.
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