Reynaldo Mota Molina
Entre las cosas absurdas que suceden en el mundo actual está el incuestionable fracaso del sistema económico neoliberal que, al ser global una de sus características esenciales, afecta a todo el mundo, trátese de Europa, Asia, África, América del Norte, América Latina y no se diga de los países pobres llamados, candorosamente, emergentes… en los que México ocupa un lugar destacado por su pobreza económica, política y social, agravada por la violencia, la inseguridad y el narcotráfico.
La explicación de la administración de este absurdo para seguir vigente radica en que los organismos económicos y financieros internacionales están integrados por las élites de los países dominantes y son quienes dictan las reglas aplicables en los países subyugados con el fin de mantener el control, asegurar el aprovisionamiento económico y de conservar su hegemonía sin importar los costos sociales o de cualquier otro tipo de carácter local. La problemática que esto implica en determinado país, corresponde resolverla al gobierno respectivo; por esta razón se implantan gobernantes cuya función es acatar y aplicar sin restricciones las directrices recibidas.
Este sintético análisis ilustra la actuación de los gobiernos mexicanos, particularmente a partir de Carlos Salinas de Gortari, y evidencia la obediencia de las gerencias de Vicente Fox y Felipe Calderón, así como la “entronización” de Enrique Peña Nieto y las circunstancias en que los dos últimos llegaron a la presidencia de la República.
De ahí la aprobación de la contra-reforma laboral por parte de las Cámaras de Diputados y de Senadores con el voto de los partidos políticos vasallos del sistema, como ya era sabido que sucedería, en perjuicio directo de los trabajadores y en beneficio abierto de la clase patronal, proveedora y partícipe de los bienes y servicios que el sistema neoliberal requiere.
El ingrediente distractor para mantener ocupada la atención de la gente fuera del efecto que le causarán las reformas, es el asunto de la “transparencia” sindical que debidamente calculada, aprovecharon Elba Esther Gordillo (SNTE) y Carlos Romero Deschamps (PEMEX) para reelegirse por un nuevo eslabón de seis años como líderes intocables de los sindicatos corporativos y corruptos que son parte fundamental del sistema.
Los derechos de los trabajadores afectados por la subcontratación (outsourcing), los contratos a prueba, el pago por hora, la limitación del derecho de huelga, la “productividad”, las “multihabilidades”, los despidos injustificados, la limitación del pago de salarios caídos por huelgas o conflictos laborales, entre otros, serán un amargo despertar de los trabajadores hasta que lo vivan en carne propia. Mientras tanto los obreros, técnicos, empleados de oficinas, comercios y de todo tipo de negocios y profesionistas, es decir, los asalariados, inexplicablemente permanecen indiferentes o ajenos a una sombra con caracteres esclavizantes y retrógrada que se cierne sobre ellos sin que se percaten de sus alcances y, en consecuencia, no protesten ni hagan nada.
Otro hecho es que cuatro poderes fácticos han tomado ya la presidencia de México antes que Enrique Peña Nieto: Televisa, la clase empresarial, Elba Esther y Romero Deschamps.
Peña Nieto esperará a que le diga qué hacer Luis Videgaray, que a su vez, esperará instrucciones de “los de arriba”.
¡Pobre México!
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