Reynaldo Mota Molina
Felipe Calderón Hinojosa es un hombre frustrado, abrumado y solitario; encerrado en su propia derrota y refugiado en su búnker de Los Pinos es incapaz de reaccionar ante el mar de sangre que lo ahoga y sólo encuentra una salida falsa: culpar a los demás de su fracaso.
Felipe Calderón Hinojosa es un hombre frustrado, abrumado y solitario; encerrado en su propia derrota y refugiado en su búnker de Los Pinos es incapaz de reaccionar ante el mar de sangre que lo ahoga y sólo encuentra una salida falsa: culpar a los demás de su fracaso.
Por eso ahora, manoteando en la mesa, dice su “ya basta” contra la delincuencia organizada que es, en realidad, contra sí mismo; está harto de sí mismo, de su estúpida guerra a la que ha tratado de cambiar el nombre para tranquilizar su conciencia; ha reclamado a la ciudadanía su participación en el “combate” al narcotráfico, a esa ciudadanía que él ha ignorado siempre y la ha ausentado mediante la injusticia, la corrupción y la impunidad de su gobierno.
El camino se acaba y, desafortunadamente, ya no hay retorno. Hasta él lo ve y lo sabe, por eso ahora trata de “repartir” entre todos el peso que lo agobia: a gobernadores, policías, jueces, “sin hacerse a un lado”: "Por eso estoy de acuerdo que debemos decir ya basta, —dice— ya basta a los criminales, a los enemigos de México. Debemos decir también ya basta a quienes optan por la inacción, la apatía y la indolencia, debemos decir ya basta a las autoridades y políticos que se escudan en un doble discurso y no cumplen su labor, a quienes pretenden aprovechar el dolor de las víctimas para alimentar sus intereses de cualquier índole y a quienes quieren ver a México dividido, y por eso no descansan sembrando el encono, el miedo, la duda o el odio entre los mexicanos". Es decir, una recriminación puntual y exacta a sí mismo. Un espejo de sí mismo.
Y sin embargo, volvió a llamar ingenuos a quienes piden el repliegue de las fuerzas armadas federales, porque hacerlo implicaría —dijo— darle "licencia para matar" a los criminales, como si no lo hubiera ya hecho él desde hace más de cuatro años, cuya evidencia son los 40 mil asesinados que con su sangre lo ahogan.
Anunció que se reforzará la presencia del Ejército en el noreste del país y que éste permanecerá en las calles; y quiere más…
No le queda de otra, él ve que es la única forma de llegar al final de su fatídico sexenio, resguardado por el Ejército. Pasará a la historia como el “presidente” débil, el “presidente” del desempleo, el “presidente” antiinmigrantes, el “presidente” incapaz, el “presidente” de las manos de sangre.
¡Pobre infeliz! ¡No!, ni siquiera es digno de conmiseración… Es demasiado el daño que ha causado a la nación mexicana, tanto, que pasarán generaciones para que este país se recomponga.
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