La reciente visita de la plana mayor de la seguridad nacional de los Estados Unidos encabezada por Hillary Clinton, más parece la oficialización de la moderna intervención norteamericana en México que medidas “corresponsables” efectivas de lucha contra el crimen organizado. Los “acuerdos” con la contraparte mexicana son ambiguos e insuficientes y, seguramente, resultarán ineficaces. Se están diseñando planes —dijo Clinton— en cuatro áreas estratégicas: la desarticulación de las organizaciones delictivas que actúan en los dos países; el fortalecimiento de las instituciones de seguridad; el desarrollo de una frontera segura y competitiva para el siglo XXI; el fortalecimiento de la cohesión social en las comunidades de los dos lados de la frontera.
Por su parte la canciller mexicana, Patricia Espinosa, dijo que ambos gobiernos acordaron establecer un programa de trabajo bilateral para combatir el tráfico de armas y los flujos financieros ilícitos hacia México. El esquema tendrá objetivos concretos e indicadores de avance que serán evaluados periódicamente. Realizarán, asimismo, un estudio binacional sobre consumo de drogas ilícitas en ambas naciones para contar con información completa, confiable y plenamente comparable sobre la demanda de enervantes, lo que permitirá enfrentar el problema de manera más coordinada y eficaz.
Lo contundente en realidad, son las declaraciones certeras de la secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Janet Napolitano, que no se anda con medias tintas y un día después de dicha visita declara en un programa estadounidense de National Public Radio: “Como parte de la cooperación bilateral, y a petición del gobierno federal, ya habría cuerpos del ejército de Estados Unidos llevando a cabo operaciones contra el crimen organizado en territorio mexicano”.
A pregunta expresa del conductor del programa –“Sólo para dejar las cosas en claro: ¿está usted diciendo que el presidente Calderón expresó su apertura a la presencia de personal militar de Estados Unidos en México”?– La secretaria respondió: “Sí. Déjeme ser clara, porque este es un asunto muy delicado: en forma limitada nuestro Ejército ha estado trabajando con el de México en su lucha contra los cárteles de la droga, pero a pedido del Gobierno de México, en consulta con el Gobierno de México; es solamente una parte de nuestros esfuerzos generales con México, que ante todo son de naturaleza civil”, apunta Proceso. Napolitano no especificó en qué zonas del país se estarían llevando a cabo esas actividades.
Sin embargo, dos días antes de la reunión binacional de seguridad Arturo Sarukhán, embajador de México en Estados Unidos, reiteró que “no hay ninguna intención de autorizar el despliegue de tropas estadounidenses en territorio mexicano, ni permitirles labores de inteligencia militar”, mientras los noticieros de Ciudad Juárez daban cuenta de la visita de presuntos militares extranjeros —vestimenta militar e inconfundibles rasgos anglosajones— fuertemente resguardados por elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA).
Gran pena por México e indignación y vergüenza por el gobierno apátrida de Felipe Calderón que en plena abdicación e importándole un bledo lo que significa SOBERANÍA, mendiga lo mismo al Pentágono que intervenga en México para —supuestamente— garantizar la seguridad pública, que a las empresas multinacionales para que exploten el petróleo mexicano para “recuperar” la producción que es incapaz de generar, en flagrante violación a la Constitución y en un acto vil de traición a la patria.
¿Por qué callamos…?
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