Reynaldo Mota Molina
Con las debidas reservas, más allá del decálogo de Andrés Manuel López Obrador para "rescatar al Estado mexicano y ponerlo al servicio del pueblo", de los esfuerzos que, más o menos, realizan Marcelo Ebrard, algunos gobernadores del PRD y uno que otro legislador de izquierda en el Congreso de la Unión, está más que visto que precisamente ésta, la izquierda mexicana, nunca va a llegar a gobernar este país. Sus luchas podrán ser bien intencionadas, legítimas o hasta idealistas, pero no llegará al poder; no al menos en el futuro mediato. Tal vez para eso tendrán que pasar décadas…
Y no es que buena parte de la población no quiera optar por un cambio de la situación actual, de hecho ¡lo exige!, pero, ¿en quién confiar, a quién seguir? Los políticos —y se puede generalizar sin temor a equivocarse—, TODOS, lo que hacen es aprovechar su posición privilegiada para beneficiarse del botín público creando cotos de poder que se refuerzan o se renuevan en cada proceso electoral y… vuelta a lo mismo. Es un juego perverso en el que todos van tomados de la mano simulando desajustes, pero en el que todos están de común acuerdo ante la mirada impasible e indolente del pueblo, si no es que resignada. ¡Ya ni modo!, no faltará quien diga.
Estas son, sin duda, algunas razones. Algunas otras son, por ejemplo, la memoria histórica: Los poderes fácticos —los Estados Unidos, uno de los principales— jamás olvidarán la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas en 1938. Ellos harán —lo hacen desde entonces, y aún desde muchísimo antes— hasta lo imposible porque nada ni nadie se interponga en el suculento mercado de los energéticos ni de los demás productos mexicanos cuya exportación hacia el país vecino ocupa el noventa por ciento de las exportaciones nacionales, así tengan que valerse hasta de la compra del propio hijo de don Lázaro como sucedió en 1988 con Cuauhtemoc Cárdenas, cuando había ganado la presidencia de la República; el desafuero de Andrés Manuel López Obrador y el truculento fraude electoral de 2006.
Para esto se sirven de los presidentes "a modo" en turno, los que sean, el color no importa, lo que cuenta es el sometimiento a través de sus poderosas tenazas: el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) que dictan las directrices de cómo, cuándo y con quién. Prueba tácita de esto es, además del fraude electoral de 1988, la entronización de Vicente Fox Quesada en el año 2000 mediante la parafernalia que rodeó la supuesta alternancia del gobierno mexicano, y ahora, con Felipe Calderón, los resultados están a la vista… y en el estómago.
Esta es otra de las razones por la que desde todos los frentes se combate la unidad y el entendimiento de la pulverizada izquierda mexicana, porque así conviene a los intereses de esos poderes fácticos, la élite empresarial y el alto clero entre ellos, que ven con horror una fuerza extraña que pudiera hacerlos perder sus privilegios, cuya experiencia ya vivieron con Benito Juárez encarnada en la doctrina liberal. Así, a través de la vieja y efectiva estrategia "divide y vencerás", prefieren consentir y tener bajo su manto protector a una importante fracción del PRD, como son "Los Chuchos", mientras combaten desaforadamente a otras fracciones de ese y otros partidos "de izquierda".
Esto lo saben todos y todos lo aceptan. La ciudadanía, acotada por la carestía, el incremento de los impuestos, el desempleo, la pobreza creciente, el narcotráfico, la manipulación de la influenza, la falta de información y la desinformación de los medios cómplices, al menos una buena parte de ella, siente que ha llegado al límite y empieza a organizarse por los medios a su alcance buscando un ¡hasta aquí!, que los poderes fácticos desoyen y desprecian mientras el gobierno apresta los cuerpos de represión.
¿Cuántas veces ha sucedido esto en la historia del mundo…?
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