Reynaldo Mota Molina
Por tercera vez Joaquín “Chapo” Guzmán escapó de la
mano “justiciera” del gobierno mexicano; las dos primeras, de complacientes penales
federales de alta seguridad y la
tercera, de un operativo de la Marina Armada de México, después de que agencias
antidrogas de Estados Unidos detectaron su ubicación en un rancho cercano a la
población de Cosala, Sinaloa, en la Sierra Madre Occidental. Esto concediendo
que así haya sucedido y no sea otra complacencia o un simple distractor de la
atención pública.
Porque el gobierno de Peña Nieto no quiere que la
ciudadanía fije su atención en la pobreza y el hambre que le aqueja y menos aún
en la inseguridad creciente del territorio nacional como lo muestran los
muertos recientes de Iztapalapa, sin embargo, no puede ocultar que en los tres
primeros años del sexenio se han cometido más de 51 mil asesinatos, según las
cifras oficiales al pasado mes de septiembre, aunque el semanario Zeta de Tijuana, Baja California,
reporta 57 mil, según su propio conteo en lo que va del gobierno de Enrique
Peña Nieto.
Solamente de enero a septiembre del año en curso son 13 mil 920 los
asesinatos cometidos; en 2014 fueron 17 mil 324 homicidios dolosos; en 2013, 18
mil 447; y tan solo en diciembre de 2012, mil 696, durante el primer mes de
gobierno de Peña Nieto. La suma de dichas cifras son un total de 51 mil 387
asesinatos en medio de la más absoluta impunidad.
En el nefasto gobierno de Felipe Calderón
Hinojosa se cometieron más de 70 mil muertes violentas con la dizque “guerra
contra el narcotráfico”, aunque extraoficialmente la cifra rebasa 100 mil 200
muertos. Al paso que va, el gobierno peñista superará la cifra macabra, y eso
que no estamos “en guerra”.
Un número indeterminado de estos crímenes han
sido cometidos por las fuerzas de seguridad “al servicio del pueblo”: las
policías federal, estatal y municipal, el Ejército mexicano y la Marina Armada
de México, y uno se pregunta: ¿Dónde está el enemigo público…?
¿Será por eso que el Ejército se niega
rotundamente a que los integrantes del Grupo Interdisciplinario de Expertos
Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
interrogue directamente a los militares del batallón de Iguala, Guerrero, sobre
los sucesos de septiembre del año pasado relacionados con la desaparición
forzada de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, contraviniendo la
disposición mostrada públicamente por el “comandante supremo” de las fuerzas
armadas, Enrique Peña Nieto, evidenciando que ésta es solo aparente?
Porque el subsecretario de Derechos Humanos
de la Secretaría de Gobernación, Roberto Campa, descartó tal posibilidad en la
audiencia pública realizada el pasado martes 20 en la ciudad de Washington, alegando que dicho
tema no forma parte de los puntos convenidos el día anterior con el GIEI. Sin
embargo, los expertos aseguran que las entrevistas a los militares sí son
necesarias, fueron solicitadas desde antes, y están implícitas en los puntos
firmados.
¿Por qué tanto resquemor del gobierno al
interrogatorio de militares? ¿Pues no que el Ejército está para la seguridad
interior y defensa exterior de la Federación, según reza la Constitución
Política mexicana?
Por eso insistimos: ¿Dónde está el enemigo
público…?
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