Reynaldo Mota Molina
Estamos viendo el enorme despliegue publicitario que
Enrique Peña Nieto está haciendo en favor de las reformas llamadas
estructurales puestas en marcha por su gobierno y de su segundo informe, cuyo
arranque espectacular tuvo lugar en el canal de televisión favorito, el “Canal
de las Estrellas” de Televisa, naturalmente, y del extraordinario derroche de
recursos públicos que esto implica en todos los medios masivos de comunicación,
con la intención de legitimar el desempeño de su administración y de tratar de
contrarrestar la caída de su imagen dentro y fuera del país.
De acuerdo con la encuesta realizada en México por el
centro de investigación Pew Research
Center —desgraciadamente las encuestadoras nacionales no son confiables— el
60 por ciento desaprueba el desempeño económico del gobierno peñista, 57 por
ciento no está de acuerdo con la reforma Energética, 79 por ciento está en
desacuerdo por la inseguridad y la violencia en el país, 72 por ciento considera
que la corrupción política y la impunidad son un gran problema y 54 por ciento
desaprueba el “combate” a la corrupción; en consecuencia la imagen presidencial
se deterioró al 51 por ciento, mientras la inconformidad con su administración
aumentó a 47 por ciento.
A esto hay que agregar la disminución del pronóstico
de crecimiento económico a sólo 2.56 en este año, según estimación del Banco de
México. Durante el primer semestre el crecimiento real fue apenas del 1.8.
Por supuesto, nada de esto se menciona en dicho informe y mucho menos en el mensaje que Peña Nieto endilgó a la nación durante dos horas de propaganda política pensando, tal vez, en su próxima reelección...
Por supuesto, nada de esto se menciona en dicho informe y mucho menos en el mensaje que Peña Nieto endilgó a la nación durante dos horas de propaganda política pensando, tal vez, en su próxima reelección...
Por otra parte se vislumbra un gasto millonario
ominoso, ofensivo para la gran mayoría de los ciudadanos, con motivo de las
elecciones intermedias del año próximo: 18 mil 573 millones de pesos, sólo para
realizar la simulación de unas elecciones democráticas cuyos resultados se
prevén desde ahora: el PRI y sus marionetas obtendrán “carro completo” en la
renovación de los congresos de diecisiete estados de la República, en la
mayoría de ayuntamientos y delegaciones y, por supuesto, en las nueve gubernaturas
que se disputarán en Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero,
Michoacán, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora, bajo los auspicios
del nuevo INE que substituye al desprestigiado IFE por su servilismo al
gobierno en turno. Como son estas cosas en México, tal vez se trate solamente
de un cambio de membrete, aunque eso sí, mucho más caro; y espere usted las
elecciones presidenciales de 2018. Veremos y diremos…
Por lo pronto, recuerde que gracias a la reforma
Electoral las boletas electorales son ahora documentos considerados como asunto
de seguridad nacional, por lo que nada de revisión de boleta por boleta ni
casilla por casilla ni cosas de esas. En caso de fraude, éste está garantizado
y júrelo que el INE, con su Tribunal Electoral, será su fiel defensor, no
árbitro garante.
Pero si se trata de solicitar incremento del salario
mínimo, que ha perdido su poder
adquisitivo hasta en 77.79 por ciento de 1987 a abril de este año, según un
estudio de la Facultad de Economía de la UNAM, en la que se observa que ahora
una familia puede comprar sólo 34 por ciento de una canasta de 40 productos
recomendables para la alimentación del mexicano elaborada por el Instituto
Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, resulta que las autoridades
económicas y financieras, al unísono con las cámaras empresariales, dicen que
es inconveniente porque repercutiría en inflación.
Pero los aumentos a los precios de la gasolina, el
gas, el transporte y todo lo demás, eso no cuenta…
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