La salud de Felipe Calderón Hinojosa por cuestión de su presunto alcoholismo que manifestaron diputados del Partido del Trabajo (PT) en el Congreso el pasado día 3, que provocó una violenta discusión en el salón de sesiones, el retiro de los diputados de Acción Nacional (PAN) y las reprobaciones del tricolor (PRI) y del verde (PVEM), además de la suspensión de la sesión "por no existir las condiciones de orden necesarias" causó, naturalmente, la nota informativa en los medios de comunicación y la petición de una aclaración pertinente por parte de la periodista Carmen Aristegui: “No es la primera vez que se habla de este tema, de un presunto alcoholismo de Felipe Calderón. Si usted es usuario de las redes sociales –por ejemplo–, pues en ese circuito de comunicación de la sociedad mexicana es frecuente ver expresiones que aluden a esa circunstancia que no podemos corroborar” (...) “Debería realmente la propia Presidencia de la República dar una respuesta clara, nítida, formal al respecto. No hay nada de ofensivo –me parece– cuando alguien, si es que fuera el caso, atravesara por un problema de esta naturaleza” (...) “¿Tiene o no Felipe Calderón problemas de alcoholismo? Esto merece, insisto, una respuesta seria, formal y oficial de la propia Presidencia de la República”.
Esto provocó una reacción virulenta de la Presidencia y Multivisión MVS, empresa donde se producía el noticiario de Aristegui, se vio obligada o comprometida a rescindir el contrato de la periodista con el mayor rating de audiencia y credibilidad ante la disyuntiva de la renovación de sus concesiones en la banda 2.5 GHz, que se encuentra entrampada desde hace cinco años debido al truculento juego de poderosos intereses sobre las concesiones federales de telecomunicaciones en los que están involucrados, además del grupo MVS, la cadena Dish, Carlos Slim, Telmex y Televisa. Dicha reacción es violatoria de la libertad de expresión y del derecho a la información de los ciudadanos que establece la Constitución Mexicana.
Hasta el miércoles 9 el secretario particular de Felipe Calderón, Roberto Gil Zuarth, dio un mensaje a los medios, sin permitir preguntas, negando que Calderón tenga algún padecimiento y rechazó que esté mal de salud; por el contrario —dijo— desahoga diariamente una agenda que le permite mostrar su buena condición física, y a continuación detalló sus labores cotidianas: Comienza su jornada a las 6:00 horas para terminar a las 22:00 horas e hizo una lista de cada una de las actividades que realizó Calderón en 2010; mil 779 durante el año, es decir, siete por día, y se puso como testigo de ese ritmo de trabajo en su carácter de secretario particular. La carga de actividades del mandatario —agregó— es claramente incompatible con "los infundios, los rumores y aún las dudas que dolosamente se propalan con el interés de dañar al Presidente, a su familia y a la institución que representa".
Lo anterior no despeja la incógnita ni mucho menos justifica el atentado, presuntamente desde el Estado, a la libre expresión y al derecho ciudadano de estar informado y, en cambio, socava gravemente el ejercicio de la pretendida vida democrática.
Por otro lado, en la calle la gente se cuestiona insistentemente: ¿Quién en su sano juicio puede sostener una “guerra” contra el narcotráfico con más de 35 mil asesinatos con violencia inaudita y cero resultados? ¿Quién en su sano juicio puede acostumbrarse a vivir en medio de la inseguridad, la violencia y la sangre? ¿Quién en su sano juicio a pesar de todo esto diga que “vamos bien”, que la “estrategia es la correcta” y que “vamos ganando”?
¿Por qué en lugar de reflexionar y de rectificar, -que eso sería una buena demostración de salud- el gobierno de Felipe Calderón se empecina en ahondar los problemas?
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