Felipe Calderón Hinojosa y sus compinches, incluido Televisa, podrán seguir diciendo que van ganando la guerra contra el narcotráfico, que el camino es el correcto y que todo va bien, pero cada día las evidencias demuestran todo lo contrario y lo más grave es que también cada día aumentan la violencia y los muertos en una carrera macabra, insaciable de sangre, que parece alimentar los ánimos de unos y otros.
Ahora le ha tocado a Michoacán, precisamente la tierra de Calderón, con enfrentamientos que han durado más de veinticuatro horas con un número indeterminado de víctimas en un hecho por de más evidente de que la narcoinsurgencia está desatada, propiciada por la torpeza y la irresponsabilidad del gobierno de Felipe Calderón desde que en mala hora se apoderó de la presidencia de México mediante un acto fraudulento.
Felipe Calderón Hinojosa admitió que había cometido un error de cálculo sobre la profundidad y amplitud de la corrupción y también sobre la penetrante influencia del narcotráfico en México, que estaba más allá de toda comprensión, informó el ex mandatario español José María Aznar al embajador de Estados Unidos en Madrid, Eduardo Aguirre, después de una reunión que sostuvieron Aznar y Calderón en 2007, según una filtración de WikiLeaks a principios de este mes.
El hecho es que el país se encuentra en virtual estado de guerra, es decir, no la “guerra” de mentiritas declarada por Calderón al narcotráfico sino la que viven cientos de miles de personas que no salen a la calle por temor a ser masacradas impunemente; las que no envían a sus hijos a la escuela por ese mismo temor; las que abandonan sus casas, colonias, pueblos y ciudades por ese mismo temor. Un “estado de excepción” real impuesto por voluntad propia o por voluntad de la narcoinsurgencia.
“Señor Chango Méndez déle duro al gobierno federal, pero, por favor, no involucre a civiles quemando carros que nada tienen que ver”, se leía en la manta colocada en la escultura Las Tarascas, uno de los monumentos emblemáticos de la capital michoacana ubicada a sólo unas cuatro calles del domicilio de la madre de Felipe Calderón.
La Familia Michoacana, el cártel en contra del cual el gobierno calderonista dirigió la embestida a través de la Policía Federal, en forma imprevista fue repelida por el cártel al grado que tuvo que recurrir a los refuerzos militares. El cártel “ha llenado vacíos que el Estado mexicano propició y fue dejando solos territorios completos, abandonando su responsabilidad ante la sociedad” —dice el senador Silvano Aureoles Conejo, vicecoordinador del PRD—. "Te habla que estos grupos de la delincuencia fueron creando base social; han creado base social…”. Esta es una de las causas por las que la población apoya y protege a los miembros del cártel.
Existe la creencia que el objetivo del operativo policiaco fue “limpiar” la zona michoacana para facilitar el empoderamiento de Luisa María Calderón Hinojosa en el estado para el 2012, hermana de Calderón, pero lo que está sembrando es una zona minada de consecuencias imprevisibles.
Para más, diplomáticos estadounidenses calificaron a las fuerzas armadas mexicanas de torpes, descoordinadas, anticuadas, burocráticas, parroquiales y con aversión al riesgo, en cables confidenciales de este año filtrados por WikiLeaks, en los que se estima que Felipe Calderón enfrenta un complicado ambiente político y económico, así como la incapacidad de frenar la violencia del narcotráfico y la visible tensión entre las ramas castrenses. “Las instituciones de seguridad están entrampadas en una competencia de suma cero, en donde el éxito de una agencia es percibida como el fracaso de otra, la información es mantenida aparte y casi no hay nada que se pueda llamar operación conjunta. La corrupción oficial es extendida… las tasas de fiscalización para delitos relacionados con el crimen organizado son lamentables; sólo dos por ciento de los detenidos son enjuiciados”.
¿Cuál es el fin?
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