Reynaldo Mota Molina
El show
mediático organizado por el gobierno de Enrique Peña Nieto con la re-recaptura
de Joaquín Chapo Guzmán no es más que
una mal hecha cortina de humo para distraer la atención pública de los verdaderamente
asuntos trascedentes que afectan negativamente la vida y situación del pueblo
mexicano quien, por otra parte, le hace el juego al gobierno peñista
entreteniéndose con la novela al estilo Televisa
con los actores Kate del Castillo, Chapo Guzmán y Sean Penn, como personajes
centrales.
Es obvio que la nueva detención del criminal
narcotraficante es una cuestión negociada porque así conviene al gobierno de
Estados Unidos y para el de México era algo urgente. Así como los gobiernos de
Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón,
utilizaron al EZLN para distraer la atención pública nacional y mundial, hasta
agotarlo, ahora Enrique Peña Nieto utiliza al Chapo Guzmán con el mismo fin, sin entrar al entramado de las tres
fugas anteriores incluyendo la de Sinaloa, desenmascarar a los responsables y
muchísimo menos, aplicar la justicia. La delincuencia organizada en nuestro
país está organizada con delincuentes de todo tipo y políticos de élite mediante
un pacto de impunidad. Todo el mundo lo sabe.
La eficaz cortinilla tantas veces probada, aunque mal
hecha —tal vez el pueblo no merece algo mejor—, hace que éste se distraiga de
los aumentos a los productos de la canasta básica que alcanzó un incremento del
38.7 por ciento en 2015, según la Asociación Mexicana para un Comercio Justo.
La brecha de la desigualdad social es brutal y
alarmante. Según la ONG Oxfam, sólo
62 personas, las más ricas del mundo, controlan tanta riqueza como la mitad más
pobre de la población mundial, es decir, 3 mil 600 millones de personas, entre
las que se encuentran millones de
mexicanos.
La riqueza de dichas personas se incrementó en 44 por
ciento en solo cinco años, equivalente a más de medio billón de dólares, hasta alcanzar 1.76 bdd, mientras que la riqueza en manos de la población más pobre se
redujo en 41 por ciento. Los ingresos promedio anuales del 10 por ciento más
pobre de la población mundial, en quienes se concentra pobreza, hambre y
exclusión, incluyendo mexicanos, han aumentado menos de un centavo al año,
mientras que la mitad de la nueva riqueza ha ido a parar a los bolsillos de los
más ricos.
Debido a la inestabilidad y al bajo crecimiento
económico de México la fuga de capitales extranjeros está a la orden del día;
tan sólo en el primer semestre de 2015 salieron 3 mil 214 millones de dólares.
No hay cifra oficial a la fecha pero se estima que se han fugado 5 mil millones
de dólares por lo menos, antes de la caída de los precios del petróleo mexicano
que está en su nivel más bajo: 18.69 dólares el barril.
La devaluación del peso frente al dólar rebasó en una
semana la barrera de los dieciocho pesos y se vendió en bancos a $ 19.10; un
nuevo mínimo histórico que desde mediados del año pasado ha sufrido descalabros
frente a la divisa estadounidense.
Durante los tres primeros años del gobierno de Enrique
Peña Nieto se han cometido 56 mil 117 asesinatos en diversos estados de la
República según cifras oficiales —lo cual quiere decir que son muchos más—. Los
secuestros denunciados fueron 1 mil 306 y 5 mil 262 extorsiones reportadas a
las autoridades. Todo esto a pesar de que en su campaña presidencial Peña Nieto
se comprometió a reducir la violencia.
El show del
Chapo Guzmán podrá distraer la atención de la gente durante algún tiempo —esta
es la tercera llamada— pero es imposible tapar el sol con un dedo. Más temprano
que tarde estos elementos, más los que se acumulen, explotarán en una nueva
crisis que el pueblo mexicano, como siempre, tendrá que pagar… ¿O no?
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