Reynaldo Mota Molina
Esta es la encrucijada de las elecciones intermedias
de 2015; ¿qué es menos peor?
Ninguno de los partidos políticos merece el voto
ciudadano, al decir de un gran sector de la población nacional.
Hay quienes sugieren votar “por el menos malo”, lo
cual significa situarnos en el nivel más pobre como elector y decidir escoger —hipotéticamente—
en un puesto de fruta la menos podrida, renunciando al derecho de aspirar a lo
mejor y de exigir la excelencia de la oferta democrática.
Otra opción es el voto nulo, según el cual, se cumple
el derecho a votar y queda el registro manifiesto de la inconformidad ciudadana
que rechaza entre otras cosas, el contubernio de los partidos para repartirse
el poder político y el botín de todo tipo de riquezas que conlleva.
Está también el abstencionismo de los ciudadanos que
prefieren no acudir a las urnas y adoptar la posición del avestruz como si nada
pasara.
En las elecciones intermedias de 2009 el voto nulo
alcanzó 5.4 por ciento de la votación total —más de lo que requiere un partido
para conservar su registro— mediante el movimiento más o menos organizado que
se llevó a cabo y esto hizo sentir pasos
en la azotea a los políticos que son inútiles en casi todo pero duchos en
proteger sus privilegios.
Ante esto los partidos, que son los que hacen las
leyes, ahora distinguen entre votación total
y votación nacional (¡¿?!). En
la primera, los votos nulos y los anulados por error del elector simplemente se
eliminan y se van a la basura; entonces queda la segunda, la “votación nacional” como cien por ciento
de la votación ciudadana. Esto, automáticamente, amplía el porcentaje de
votación para cada partido, es decir, si un partido minoritario no alcanza el 3
por ciento mínimo para conservar el registro en la “votación total”, automáticamente en la “votación nacional”, con la eliminación de los votos nulos, aumenta
su porcentaje y, sin más, se queda con el registro.
De los partidos mayoritarios ni se diga, aumentan en
la misma forma sus privilegios: mayor número de diputados plurinominales, mayor
cantidad de dinero público para su subsistencia
y mayor tiempo en radio y televisión, conforme la votación nacional.
Queda claro que la eliminación de los votos nulos y
anulados no reduce en manera alguna la tajada del pastel de cada partido sino
al contrario, la aumenta, porque el valor de los votos efectivos crece en la
medida que los votos nulos son eliminados. El abstencionismo contribuye en la
misma forma. Así sucedió en las elecciones de 2009.
Y mientras usted se debate entre votar o no votar la
gran farsa electoral está en su apogeo derrochando el dinero de usted y el mío.
Para no dejar huella de las maniobras fraudulentas, recuerde que el INE
rescindió el contrato del consorcio Scytl México, especialista internacional en
fiscalización y detección de todo tipo de comportamientos fraudulentos a través
de sistemas automatizados confiables, por tanto, no habrá fiscalización on line; la chacota también está en su
clímax con multas y más multas al partido Verde que nada más se burla de ellas
y no pasa nada; los partidos utilizan a miles de jóvenes para su propaganda
sustrayéndolos de las aulas por una dádiva miserable trastocando los valores
entre el estudio y la politiquería, viendo en ellos un voto seguro. ¿Vale la
pena jóvenes…?
Se dice que en las campañas políticas el dinero
ilícito de todo tipo asciende al 90 por ciento… y nadie dice nada.
Y usted, ¿qué dice a todo esto…?
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