miércoles, 23 de julio de 2014

EL TSUNAMI QUE VIENE

Reynaldo Mota Molina

En los últimos meses hemos insistido en diferentes ángulos de dos temas fundamentales de la vida presente y futura del país: las reformas constituciones sobre Telecomunicaciones y Energía porque son de tal dimensión y trascendencia que afectan desde su misma base a todas las actividades nacionales incluyendo la social, la económica, la política y la salud pública.


Insistimos, en este momento en que durante el cierre de la edición, continúa en el Senado de la República la simulación de discusión —el debate no existe— de leyes reglamentarias de la Reforma Energética que sigue los pasos de la de Telecomunicaciones. Es decir, el gobierno federal tiene todo listo y dispuesto con sus servidores del Congreso de la Unión para que dichas leyes secundarias sean votadas a favor de la entrega del patrimonio petrolero a manos privadas de extranjeros inversionistas y unos cuantos nacionales, igual y mejor —para ellos, claro— que antes de la expropiación petrolera de 1938.

Los legisladores no ven ni oyen —ni quieren hacerlo— la avalancha de, ya no digamos inconformidades de ciudadanos de todo tipo, sino advertencias puntuales de analistas y especialistas en materia energética, ambientalistas, economistas, financieros, fiscalistas, derechos humanos y demás, que alertan sobre el enorme riesgo que tales leyes encierran y ponen al Estado mexicano en condiciones de debilidad ante la ambición de las petroleras extranjeras, como ya se vivió durante la época porfirista.

El discurso de los corifeos del gobierno de Peña Nieto tratan inútilmente de convencer a la opinión pública de los “beneficios” que, según ellos, traerán por consecuencia dichas leyes: gasolina y gas más baratos, generación de empleos, en fin; en el sector eléctrico: tarifas más baratas, mejores servicios del suministro, etcétera, pero todo es una falacia porque finalmente, las nuevas empresas impondrán los precios que les convengan después de todo el proceso de localización, perforación, extracción y refinación, para decirlo de la forma más simple, hasta el servicio de gasolina en el vehículo de usted; el gas por el estilo, y la generación de empleos se dará, ciertamente, en la obra de mano barata de operarios incluyendo la técnica calificada, pero los altos puestos ejecutivos a nivel dirección jamás serán ocupados por trabajadores mexicanos.
  
Los contratos de utilidad compartida que celebrará Pemex con las petroleras privadas no establecen, por ejemplo, igualdad de condiciones en puestos y salarios con trabajadores extranjeros, mucho menos garantizan que cuando menos el cincuenta por ciento de las utilidades se queden en México y el gobierno mexicano no tiene facultades para regular la reinversión de utilidades, entre muchos otros defectos. Es un entreguismo absoluto.


La experiencia que se tiene con las mineras extranjeras y nacionales en todo el país de nada sirve. Ahí están Pasta de Conchos y Coahuila como muestras de utilidad económica cero y la generación de empleos... o sea, explotación de los trabajadores.

La Ley de la Industria Eléctrica se desliza sobre rieles para legalizar que empresas privadas generen energía y la comercialicen, cosa que se realiza desde hace años, sin que haya mejora en la calidad de los servicios ni tarifas baratas; otro engaño.

La pregunta es: Si Pemex enteró a Hacienda 342 mil 700 millones de pesos por pago de impuestos y derechos, solamente durante los primeros cinco meses de este año 2014 siendo monopolio, que significó 67.3 por ciento de sus ingresos brutos, ¿cómo va a compensar Hacienda estos tremendos hoyos para el presupuesto federal, cuando las empresas privadas sean las dueñas del petróleo…? ¡Aguas con el tsunami que viene!    

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miércoles, 9 de julio de 2014

LA APLANADORA APLASTA DEMOCRACIA

Reynaldo Mota Molina


Diecisiete horas le bastaron al Senado de la República para aprobar en lo general y en lo particular las Leyes reglamentarias de la Ley Federal de Telecomunicaciones promulgada hace un año, mediante un dictamen de 700 páginas que los sesudos legisladores absorbieron en un pestañeo. Así, el pleno de la Cámara lo definió con 54 votos del PRI, 5 del palero Partido Verde, 23 del compañero de viaje llamado PAN, 1 del PT y 1 de Nueva Alianza. Para el consuelo de tontos, el PAN dividió el total de sus votos con 12 en contra, 5 el PT y la totalidad del PRD con 22 votos en contra.

El Senado se dio el lujo de pedir a legisladores que tienen evidente “conflicto de intereses” se excusaran de participar en el proceso de votación después del escándalo calculado en contra de la senadora del PRD, Purificación Carpinteyro, una de las voces más fuertes, críticas y autorizadas del Congreso en materia de telecomunicaciones, opositora de la contrarreforma en la materia, que fue acusada de “conflicto de interés” por un negocio de telecomunicación que todavía no existe; sin embargo, Carpinteyro decidió eximirse del proceso legislativo para no enturbiar el procedimiento. Los senadores que “graciosamente” accedieron a la petición de no votar son: Arely Gómez del PRI, hermana de Leopoldo Gómez, vicepresidente de Noticieros Televisa; Ninfa Salinas, hija de Ricardo Salinas Pliego, concesionario de TV Azteca y Iusacell; Luis Armando Melgar, director general del canal Proyecto 40, que opera Televisión Azteca.


De esta forma se evidencian las dos varas distintas con que se mide la preponderancia en las Telecomunicaciones de México: Al consorcio de Carlos Slim se le imponen medidas que buscan aminorar —con toda justeza— la enorme concentración que domina en todos los servicios que ofrece, así como promover la competencia; en cambio, al emporio de Emilio Azcárraga, sólo se le aplica en la señal de televisión abierta y se deja fuera todo lo demás. Es decir, se aplica un criterio constitucional distinto, por sector y no por servicio, impidiendo así que sea declarada preponderante en televisión de paga y además se deja abierta la puerta para que pueda seguir concentrando cableras, audiencias, cobertura y monopolio del mercado de la opinión pública y, en un futuro cercano, también telefonía e Internet.

   Se establecen medidas asimétricas y antimonopólicas para el gigante Slim, que con todo su poder económico es inofensivo. Para el otro gigante, Azcárraga, no hay medidas que puedan atenuar su nocivo poder dominante que afecta mercados, consumidores, pluralidad y vida democrática entre muchas otras cuestiones.

En todo este proceso ha sido evidente la presión que Televisa ha ejercido sobre legisladores y partidos políticos para obtener la bolsa de regalos que los legisladores le han obsequiado impunemente. Ante este absurdo —para decirlo suave— tenemos derecho a especular sobre aquella reunión de Enrique Peña Nieto y Emilio Azcárraga, el 2 de enero de este año en su rancho de Valle de Bravo, teniendo como “testigo de honor” a Bernardo Gómez, vicepresidente ejecutivo de grupo Televisa, y preguntarnos si desde entonces quedaron arregladas así las cosas…

 Otra cuestión aún más grave, como lo hemos ya dicho, es el debilitamiento del supuestamente autónomo Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) en materia de competencia, vigilancia y sanción de contenidos, que quedan bajo el control de la Secretaría de Gobernación, como en los viejos y más nefastos tiempos del PRI-gobierno.

Al cierre de esta edición, la minuta correspondiente fue turnada a la Cámara de Diputados que la procesará en comisiones el lunes 7 de julio y la llevará ante el Pleno del palacio legislativo de San Lázaro el martes 8, así, rapidito. ¿Qué cree usted que pasará…?

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